¡QUÉ TRISTEZA DE OLOR A JAZMÍN!
¡Qué tristeza de olor de jazmín! El verano torna a encender las calles y a oscurecer las casas, y, en las noches, regueros descendidos de estrellas pesan sobre los ojos cargados de nostalgia.
En los balcones, a las altas horas, siguen blancas mujeres mudas, que parecen fantasmas; el río manda, a veces, una cansada brisa, el ocaso, una música imposible y romántica.
La penumbra reluce de suspiros; el mundo se viene, en un olvido mágico, a flor de alma; y se cogen libélulas con las manos caídas, y, entre constelaciones, la alta luna se estanca.
¡Qué tristeza de olor de jazmín! Los pianos están abiertos; hay en todas partes miradas calientes... Por el fondo de cada sombra azul, se esfuma una visión apasionada y lánguida.
Juan Ramón Jimenez
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