¿Que eres? ¿Budista...?
¿Pero de qué escuela?
¿Mahayana, Theravada...?
¿Y de qué linaje?
Si eres tibetano... ¿Guelupa? ¿O cual?
Si eres Zen, ¿Soto, Rinzai...?
¿Eres laico o monje ordenado?
¡Ah! Eres cristiano. ¿Católico? ¿Ortodoxo? ¿Protestante...?
Vaya, eres sacerdote...
¿casado?
¿Cómo es posible? Espera un momento... ¿eres creyente? Porque crees en Dios, ¿verdad?
¿A quien se lo preguntas?
¿Al budista? El budista ni cree ni deja de creer, simplememte sigue el Dharma.
¿Se lo preguntas al cristiano? Pues sí, creo en Dios. ¿En cual? ¿En el de los judíos, en el del Islam, en el de los cristianos?
Todos proceden del Primer Patriarca. ¡Uffff... que lío!
¿Lío? ¡No! ¿Por qué? Vamos a ver: Todos buscamos la paz, la fraternidad, suprimir el sufrimiento y ser felices.
¡Alto! Servir... ¿A quien y para qué?
Pues servir a Dios, porque si se hace de forma desinteresada, humilde, sin etiquetas y poniendo todo el ser en ese acto, todo lo que hagas se convierte en Sagrado.
El resto, suras, sutras, normas, versículos, órdenes y capítulos quedarán reducidos a entidades efímeras si no llevan la impronta del acto heroico del desapego. Si sirvo a Dios (o al Dharma) con toda mi intención y libre de interés seré un servidor de los hombres, sin máscaras, prepotencias ni artificios.
¿Por qué lo complicamos todo tanto?
¿No convergen el budismo, el cristianismo y prácticamente todas las religiones en un único referente de humildad y sencillez?
¡Ay, el Ego! El ego de creyentes y no creyentes, de laicos y miembros del clero, de maestros, discípulos, monjes y "desnortados" buscadores de la Verdad.
¿La Verdad? No sigamos que nos vamos a liar.