que yo debi sentir crecer cerca de mi como racimos hasa que hubiera visto como el sol y la tierra a mis manos de piedra te hubieran destinado, hasta que con uva y uva hubieras hecho cantar en mis venas el vino. el viento o el caballo desviandose pudieron hacer que yo pasara por tu infancia, el mismo cielo has visto cada dia, el mismo barro del invierno oscuro, la enramada sin fin de los ciruelos y su dulzura de color morado. solo algunos quilometros de noche, las distancias mojadas de la aurora campestre, un puñado de tierra nos separo, los muros transparntes que no cruzamos, para que la vida despues, pusiera todos los mares y la tierra entre nosotros, y nos acercaramos a pesar del espacio paso a paso buscandonos, de un oceano a otro, hasta que vi que el cielo se incendiaba y volaba en la luz tu cabellera y llegaste a mis besos con el fuego de un desencadenado meteoro y al fundirte en mi sangre la dulzura del ciruelo salvaje de nuestra infancia recibi en mi boca y te aprete a mi pecho como si la tierra y la vida recobrara.