Alabado sea Jesucristo…
El pecado es la causa de todo mal. Por eso no debemos pecar jamás, porque pecando nos ponemos al alcance del demonio, que así puede intervenir en nuestras vidas y traernos preocupaciones, complicaciones, sufrimientos y desgracias de todo tipo. Y todo viene por el pecado.
Si tenemos la desgracia de cometer un pecado grave o mortal, no tenemos que quedarnos ni por un instante en ese lamentable estado, sino que debemos hacer un acto de contrición perfecta, es decir, pedirle perdón a Dios por amor a Él, porque le hemos ofendido y Él es tan bueno, y hacer el firme propósito de ir a confesarnos con el sacerdote cuanto antes. Entonces, si hacemos así, ya estaremos en gracia de Dios y si morimos en ese estado nos salvaremos. Por supuesto que hasta que no nos confesemos con el sacerdote, no podemos recibir la Eucaristía. Pero al menos si morimos en ese lapso de tiempo, no iremos al Infierno.
Si viéramos lo que es un pecado, si pudiéramos contemplar con los ojos del cuerpo la fealdad de un alma en pecado, no pecaríamos jamás, y tendríamos horror al menor pecado. Pero como no vemos, no medimos el peligro y maldad del pecado, y su fealdad.
Pidamos a Dios nos dé la gracia de entender al menos un poco lo que significa y lo que es el pecado. Y para hacernos una idea, pensemos ¡qué tremendo debe ser el pecado, para haber llevado a Jesús a sufrir y morir de esa forma!