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General: EL PORQUÉ DE LA NAVIDAD
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Hermy  (Mensaje original) Enviado: 20/12/2012 03:48

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EL PORQUÉ DE LA NAVIDAD


Érase una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía reparos en decir

lo que pensaba de la religión y de las festividades religiosas, como la Navidad.

Su mujer, en cambio, era creyente y criaba a sus hijos en la fe en Dios

y en Jesucristo, a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido.

Una Nochebuena en que estaba nevando, la esposa se disponía a llevar

a los hijos al oficio navideño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían.

Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.

-¡Qué tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender

a la Tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez!
Los niños y la esposa se marcharon y él se quedó en casa.

Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad

y se desató una ventisca. Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre

veía era una cegadora tormenta de nieve. Y decidió relajarse sentado

ante la chimenea.

Al cabo de un rato, oyó un gran golpe; algo había golpeado la ventana. Luego, oyó

un segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera, pero no logró ver a más

de unos pocos metros de distancia. Cuando empezó a amainar la nevada,

se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la ventana.

En un campo cercano descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo visto iban

camino al sur para pasar allí el invierno, y se vieron sorprendidos por la tormenta

de nieve y no pudieron seguir. Perdidos, terminaron en aquella finca sin alimento ni abrigo.

Daban aletazos y volaban bajo en círculos por el campo, cegados

por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor dedujo que un par

de aquellas aves habían chocado con su ventana.

Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos.
-Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó-. Ahí estarán al abrigo

y a salvo durante la noche mientras pasa la tormenta.
Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par. Luego, observó y aguardó,

con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran.

Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas.

No parecía que se hubieran dado cuenta siquiera de la existencia del granero

y de lo que podría significar en sus circunstancias. El hombre intentó llamar

la atención de las aves, pero solo consiguió asustarlas y que se alejaran más.
Entró a la casa y salió con algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y

dejando un rastro hasta el establo. Sin embargo, los gansos no entendieron.

El hombre empezó a sentir frustración. Corrió tras ellos tratando de

ahuyentarlos en dirección al granero. Lo único que consiguió fue asustarlos más

y que se dispersaran en todas direcciones menos hacia el granero.

Por mucho que lo intentara, no conseguía que entraran al granero,

donde estarían abrigados y seguros.

-¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta de que

ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevada?
Reflexionando por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves

no seguirían a un ser humano.

-Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos -dijo pensando en voz alta.
Seguidamente, se le ocurrió una idea. Entró al establo, agarró un ganso doméstico

de su propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes.

A continuación, lo soltó. Su ganso voló entre los demás y se fue directamente

al interior del establo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta

que todas estuvieron a salvo.

El campesino se quedó en silencio por un momento, mientras las palabras

que había pronunciado hacía unos instantes aún le resonaban en la cabeza:
-Si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!

Reflexionó luego en lo que le había dicho a su mujer aquel día:
-¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!

De pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era precisamente

lo que había hecho Dios. Diríase que nosotros éramos como aquellos gansos:

estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios hizo que Su Hijo

se volviera como nosotros a fin de indicarnos el camino y, por consiguiente,

salvarnos. El agricultor llegó a la conclusión de que ese había sido ni más

ni menos el objeto de la Natividad.
Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevada, su alma quedó

en quietud y meditó en tan maravillosa idea. De pronto comprendió el

sentido de la Navidad y por qué había venido Cristo a la Tierra.

Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad.

Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria:

"¡Gracias, Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!"

Con este relato, les deseo con cariño una felicísima Navidad en la que

el Niño Jesús les colme de bendiciones.


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: campitos0 Enviado: 20/12/2012 23:26

De pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era precisamente

lo que había hecho Dios. Diríase que nosotros éramos como aquellos gansos:

estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios hizo que Su Hijo

se volviera como nosotros a fin de indicarnos el camino y, por consiguiente,

salvarnos. El agricultor llegó a la conclusión de que ese había sido ni más

ni menos el objeto de la Natividad.
Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevada, su alma quedó

en quietud y meditó en tan maravillosa idea. De pronto comprendió el

sentido de la Navidad y por qué había venido Cristo a la Tierra.

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