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General: CUENTO DE HALLOWEEN------NOS ESTAMOS ACERCANDO A LA NOCHE SEÑALADAAAA
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De: UTOPIA (Mensaje original) |
Enviado: 11/10/2009 10:58 |
En mi barrio había una casa misteriosa. Parecía deshabitada y en ruinas, pero cada noche se veía una luz encendida a través de una ventana; sin embargo, nunca nadie había visto entrar ni salir de allí a nadie. Durante la noche de Halloween nos gustaba disfrazarnos, explicar historias de terror escondidos en algún lugar solitario y oscuro, pero aquel año, después de haberlo discutido tantas veces, decidimos entrar en la Casa. En realidad, aunque hacía tiempo que no vivía una experiencia emocionante y me apetecía, algo en mi mente me estaba diciendo que no era buena idea; por eso cuando Alex lo propuso y Laura se apuntó con entusiasmo, tardé en pronunciarme porque no sabía qué hacer. Susana fue más decidida: -No. Yo AHI no entro. Entrad vosotros si queréis. David seguía callado, como yo, y parecía tener ganas de que alguien tomara una decisión, la que fuera, lo antes posible. A Laura le aburría tener que preocuparse de la espera de Susana mientras ella estaba dentro de la Casa. -¿Por qué no? Si tenemos miedo, pues nos vamos y ya está. -Ni hablar. Sé que en esa casa... Se calló en seco. Mientras Alex y Laura le pedían que continuara, David la miró como si adivinara sus pensamientos. De algún modo, yo necesitaba saber si lo que iba a decir era la historia sobre la Casa que contaba todo el mundo o si había algo diferente, pero me quedé mirando al suelo y preferí esperar, porque no quería avergonzarla delante de los demás. -¿Qué pasa ahí dentro? ¡Dínoslo! -insistía Alex. -Bueno... lo hemos oído un montón de veces: que está embrujada y todo eso... ya sé que parecen tonterías pero a mí no me hace gracia. Además, siempre hay algo que hace vida ahí dentro, por las noches... -¡Venga, si está claro que ahí no vive nadie -dijo Laura-! Seguro es gente que va a pincharse... David se tapó la sonrisa con la mano; Alex miró a Laura enfadado. Ella intentó corregir el error: -O no... o... la gente que entra a hacer espiritismo... como nosotros. -¿Y cómo es que nunca vuelven? -pregunté finalmente. -Vamos, dejadlo ya: si nunca lo hemos hecho antes, ¿por qué tenemos que meternos ahí ahora? ¿Es que no tenemos otra cosa que hacer? Yo pensaba lo contrario que Susana: ya que nunca lo hemos hecho, ¿por qué no hacerlo ahora? Estaba claro que Alex y Laura iban a entrar igualmente, y a lo mejor hasta conseguían arrastrar a Susana. -¿Y tú qué dices -preguntó ella, dirigiéndose a David-? ¿O es que nos quieres meter miedo con tanto silencio? David se levantó del bordillo donde estaba sentado y se arregló las solapas de la chaqueta larga y negra. -¿Por qué no hacemos una votación? Alex: -Eso, o lo echamos a suertes -¡Claro, la voz de la justicia! -replicó Susana, con voz de trailer de película de acción. Mientras ellos discutían, David se acercó a mí y me susurró: -No te preocupes. Tenía un tono conciliador, casi paternal. Después, sin dejar de mirarme, levantó la mano diciendo "Yo sí quiero entrar." Un velo de lágrimas se asomó a los ojos de Susana, como le ocurre cada vez que se enfada mucho. -Ah, muy bien, pensé que siendo tan mayor y tan maduro como pareces estas tonterías no te interesaban, pero ya veo que eres igual de crío que ellos... pues venga, ¡todos adentro! Yo no pienso moverme de aquí hasta que no salgáis, y si veo que tardáis mucho llamaré a la policía. Al ver que a Laura no le había gustado nada esa última idea -¿habría algo más humillante que la policía llamando a sus padres después de haberle estropeado la noche?), preferí hablar yo con Susana antes de que la discusión empeorase. -Entiendo que no quieras entrar, pero te prometo que no nos pasará nada. Por favor, vuelve a casa y duerme. Antes del amanecer te enviaré un mensaje. La mirada furiosa de Susana se volvió triste. -Pero... yo pensé que te quedarías aquí conmigo... No supe qué decir. Mientras Laura y Alex caminaban hacia el portal de la Casa, David estaba de pie mirando hacia donde estábamos nosotras; el viento le movía los cabellos ondulados. -Olvídalo: ve con él, te está esperando. Que Dios te bendiga -dijo finalmente Susana, cansada; luego puso delante de mis labios la cruz de oro que siempre llevaba colgada al cuello para que yo la besara: sabía que yo lo haría aunque sólo fuera por tranquilizarla. No quise mirar su rostro por si había empezado a llorar. Entonces noté una mano que se apoyaba en mi espalda. -Vamos. David había retrocedido unos pasos hasta donde estaba yo y me invitó a andar hacia la puerta. La conciencia me dolía por haber dejado sola a Susana, pero una emoción muy dulce se agitaba en mi interior al caminar al lado de David, sabiendo que en unos momentos íbamos a compartir algo; no sabíamos qué, pero algo lleno de misterio que reforzaría nuestra confianza mutua.
La puerta estaba abierta. Alex y Laura no parecían haber encontrado muchas dificultades en abrirla. Seguramente habría sido forzada en otra ocasión. La luz que venía de los faroles en la calle y de la luna alumbraba levemente la entrada, que consistía en un pasillo estrecho y corto, de baldosas rotas blancas y negras, que daba a unas escaleras de caracol. Yo había dejado de pensar en Susana, y subía las escaleras despacio junto a David. Sólo se oían nuestros pasos sobre los estrechos y rasgados peldaños de mármol y, más lejos, las voces de los otros dos. Cuando llegamos al primer piso sólo llegaba luz desde un ventanuco que daba a la parte trasera de la casa. David sacó una linterna de su bolsa y pudimos ver las cuatro puertas que había en el rellano. Las voces de Laura y de Alex, que a ratos reían nerviosamente, se oían ahora amortiguadas, como si vinieran de una habitación con la puerta cerrada.
Tomado de la red.
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De: UTOPIA |
Enviado: 11/10/2009 22:51 |
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De: UTOPIA |
Enviado: 14/10/2009 07:08 |
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De: UTOPIA |
Enviado: 17/10/2009 10:03 |
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EL PSICOPATA
Una noche Max y Suzanne transitaban en coche una estrecha y pedregosa carretera –si es que podía llamarse así- a lo largo de un extenso desierto que parecía situarse en los confines del mundo, ambos llevaban meses de noviazgo y como jóvenes que eran uno de sus principales fines ulteriores era hacer escapadas para librarse temporalmente del estrés de sus insignificantes vidas rutinarias, paliaban sus ansias de aventura mediante esas salidas que solían hacer los fines de semana, normalmente llevaban consigo algunos colegas, pero aquella vez no sería así, estarían sólo ellos, sin curiosos, cosa que ambos agradecieron pero que poco después ambos acabarían lamentándolo muy profundamente, sobretodo él, porque ¿puede acaso un muerto lamentar su propia muerte?
Las estrellas abarrotaban el cielo como cientos de hogueras en la bóveda celeste, llevaban horas sin ver ningún rastro de vida humana, de vez en cuando algún coche abandonado en el arcén y algún que otro tétrico hostal con una o dos luces encendidas que más bien parecían una abandonada casa del terror habitada por vampiros. Max puso la radio y tras un rato de música fue interrumpido por una especie de avance informativo nocturno que comentaba la inexplicable fuga de un peligroso criminal y depravado sexual que por lo visto era bien conocido en la región por ser un violador en serie, las pocas mujeres de la región llevaban largo tiempo sintiéndose con seguridad para transitar aquellas siniestras zonas, poco adecuadas para una chica por la gran cantidad de borrachos, violadores y camioneros depravados que transitaban las escasas gasolineras y bares que allí había; cuando dieron el nombre del asesino una inminente oleada de pánico inundó la columna vertebral de Max, se puso pálido como el mármol y hasta sintió nauseas que le llevaron a tener que parar el coche rápidamente y salirse del vehículo para tomar aire fresco, no sin antes de que su amada, Suzanne, le preguntara la causa de su alteración, Max se lo explicó: “Oh! Si yo te contara, ese peligroso asesino es la causa de que noche tras noche terribles pesadillas abarquen mi mente y despierte en sudores fríos, estoy seguro de que ese hombre ha estado pensando en la forma más cruel de matarme desde que entró en la cárcel, ya que desgraciadamente fui yo quién hice que le detuvieran, lo encontré entrando en un puticlub de carretera situado a unas 30 millas de aquí y yo informé a las autoridades locales de que le detuvieran, aún recuerdo esa terrible mirada provista de odio y de rojizos ojos maquiavélicos, no dijo más nada, pero aquella mirada fue suficiente para darme a entender de que tarde o temprano saldría de la cárcel como fuera y me buscaría para asesinarme hasta el fin del mundo si hiciera falta.”
Max salió del coche y para tranquilizarse un poco sacó un cigarrillo que se fumó lentamente, la certeza de que el protagonista de sus peores pesadillas estuviera libre y muy probablemente en aquél momento buscándole le causó un gran terror, finalmente intentó olvidarlo un poco y se sintió mejor, tiró el cigarrillo y se volvió al coche: “Bueno, ya se me ha olvidado un poco, prosigamos” dijo Max, cuando este intentó poner el vehículo en marcha no pudo, cosa que le extrañó, salió y abrió el capó para ver si podía determinar el origen del problema: “ Otra aventura más” pensó él, pero lo que el no sabría es que iba a ser la última, llamó a Suzanne, pero no contestó, creyó que se había quedado dormida, así que se acercó al asiento del copiloto y se percató de que Suzanne no estaba, Max comenzó a temblar y a tambalearse del miedo, olía a whisky, no vio a su novia por ninguna parte, así que cogió la linterna y se internó entre los arbustos, vio un reguero de sangre que le llevó por un largo camino, apuntó con la linterna el reguero de sangre y lejos al final divisó una forma redonda y oscura, se acercó corriendo frenéticamente y casi se desmayó al ver que se trataba de la cabeza de su mujer arrancada brutalmente con una expresión de terror en la cara, de pronto su linterna se apagó y quedó sumido en una impenetrable oscuridad, estaba aterrorizado, casi sin quererlo pisó algo duro en el suelo, lo cogió con cuidado, se trataba de una grabadora y algo más… un revolver! Cuando puso la grabadora una voz ruda y espantosa habló: “Te dejo la cabeza de recuerdo, gracias por el cuerpo…jajajaja…ahora podré satisfacer…hmm… mis necesidades… jajajaja , ahí tienes un regalito para que hagas los honores por mí, para que luego digas que soy un hombre malo…jajajaja.” Max lo comprendió, sabía que iba a morir de una forma horrible antes de llegar al vehículo, así que rápidamente cogió el revolver, se metió el cañón en la boca y disparó.
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De: Lissa |
Enviado: 21/10/2009 02:29 |
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De: Lissa |
Enviado: 21/10/2009 02:31 |
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De: Lissa |
Enviado: 21/10/2009 02:32 |
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De: Lissa |
Enviado: 21/10/2009 02:33 |
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De: Lissa |
Enviado: 21/10/2009 02:34 |
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De: Lissa |
Enviado: 21/10/2009 02:36 |
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De: Lissa |
Enviado: 21/10/2009 02:37 |
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De: Lissa |
Enviado: 21/10/2009 02:37 |
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De: UTOPIA |
Enviado: 23/10/2009 21:29 |
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De: UTOPIA |
Enviado: 23/10/2009 21:30 |
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De: UTOPIA |
Enviado: 25/10/2009 20:13 |
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