Muchachas, ojos de miel,
pies de niña, frágiles, suaves,
no corras más, detén tu vuelo,
quédate aquí, hasta el final del cielo.
Llevas contigo la brisa de un verano eterno,
el eco de risas escondido en tus pasos, y un corazón
que late como un tambor inquieto,
ansioso por alcanzar lo que nunca ha sido abrazado.
Tu mirada, un amanecer que arrulla, tu andar,
una danza que el viento celebra.
Cada susurro tuyo es un pacto con la vida, cada risa,
un canto que no tiene prisa.
Pies de niña, no huyas de este sendero, que el tiempo,
aunque veloz, es pasajero.
Quédate hasta que las estrellas canten, hasta
que la noche cubra con su manto errante
Ojos de miel, que alumbran los secretos, que atrapan
lo invisible y lo transforman en versos.
En ti se esconden los misterios del mundo,
la verdad desnuda, el amor profundo.
No corras más, muchacha, detén tu prisa,
que la vida se deshoja como flor precisa.
Quédate aquí, hasta que el alba despierte,