Al oír estas palabras, Ella se turbó y se preguntaba qué significaba tal saludo. 30 El ángel le dijo:
–No temas, María, pues Dios te ha concedido su favor.
31 Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús.
32 Él será grande, será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le
dará el trono de David, su padre, 33 reinará sobre la estirpe de Jacob
por siempre y su reino no tendrá fin.
Dios necesita de una mujer para continuar la labor creadora.
Desde que Dios mira a María, ya nada es igual para ella, ni su vida,
ni sus planes, ni su persona. Ya nada es igual ni para ella ni para la
Humanidad.
Lo que le ha ocurrido a ella con Dios es único; lo que le ocurre a Dios
con ella también.
34 María dijo al ángel:
–¿Cómo será esto, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?...
María es libre ante la autoridad paterna o la de su prometido, no busca
el refugio en ellos ante la propuesta divina, como hubiera hecho toda
mujer en aquella sociedad.
María es una mujer libre, sólo desde la libertad es posible el diálogo
fecundo con Dios.
35 El ángel le contestó:
–El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y se llamará Hijo
de Dios.
36 Mira, tu pariente Isabel también ha concebido un hijo en su vejez, y
ya está de seis meses la que todos tenían por estéril; 37 porque para
Dios nada hay imposible.
La luz de Dios le hace consciente de su propia luz.
Lo que María no sabía de sí misma se lo descubren los ojos de Dios
al detener en ella su mirada.
La iniciativa es de Dios, la actitud de María es de serena entrega
y de confianza ilimitada en Él.
38 María dijo:
–Aquí está la sierva del Señor, que me suceda según dices.
Y el ángel la dejó.
Dios empieza con su palabra de iniciativa; María termina con su palabra decisiva.
Ella es la mejor maestra de todos los que en la historia han dicho y
siguen diciendo su "sí" a Dios: personas que probablemente no lo ven
todo claro, que pasan por dificultades, pero se fían de Dios y dicen
con decisión,
como María, "hágase en mí según tu palabra".
Gracias, María, por tu libertad interior.
Gracias por anticipar nuestro destino.
Gracias por enseñarnos el rostro de una mujer creyente que, aunque
necesite preguntar
y encontrar respuestas,
siempre está abierta a la Palabra.
Gracias por tu total disponibilidad
que permitió nacer a Dios.
Actitud que propone el Nuevo Testamento
como la más adecuada para recibir
y vivir el Reino.
Gracias por enseñarnos el valor de la libertad en nuestros actos.
Por ser ejemplo de diálogo.
Por aceptar el proyecto de Dios, en el que desde el principio ha habido
una MUJER.
Autor desconocido