UN UNIVERSO DE SÍMBOLOS
Leer y estudiar la obra de Jorge Luis Borges es caminar un infinito laberinto, para acertar con espléndidas salidas ficticias.
Detrás de la palabra hay según nuestro escritor "sentimiento y pasión". Ese sentimiento y esa pasión que fluyen del íntimo centro donde asoman los acertijos.
En las obras de Borges distinguimos diversas clases de laberintos. La palabra laberinto, para Borges, es la prisión en que está encerrado, el lugar donde encontrará la muerte. Borges explica cuándo surge en él la idea del laberinto: "Recuerdo un libro con un grabado, Las siete maravillas del mundo; entre ellas estaba el laberinto de Creta. Un edificio parecido a una plaza de toros, con unas ventanas muy pequeñas. Yo, desde niño, pensaba que si examinaba bien ese dibujo, ayudándome con una lupa, podría llegar a ver el Minotauro. Además, el síntoma evidente de perplejidad que me ha acompañado a lo largo de la vida que hace que muchos de mis propios actos me sean inexplicables, como el símbolo del laberinto o , mejor dicho, el laberinto me fue impuesto, porque la idea de un edificio construido para que alguien se pierda, es perplejidad".