No sabía ciertamente cuando y en qué momento y por qué había nacido en ella esa obsesión de leer cada mañana los Obituarios de todos los diarios del país. Mientras su primer café humeaba invadiendo de su aroma la pieza, ella leía una y otra vez, así fue cómo un día se enteró que había fallecido una compañera de colegio, una tía lejana, su escritor preferido, en fin todo estaba allí y pareciera que los demás nunca se habían percatado de aquello.
Despertó demasiado temprano, inició una vez más el ritual de cada día, pero con una desgarradora sorpresa y una mala jugada del destino, no encontró ni los diarios que leía y menos los Obituarios, se levantó con los ojos dilatados y la boca reseca, salió a la calle,… no había nadie, ni siquiera pajarillos, menos hojas de árboles jugando con el viento matinal, regreso al hogar y tuvo que aceptar que otro elaboraría su obituario porque posiblemente ella falleció durante el sueño nocturno…
Obituario
26 de Enero/2010