Desde que tengo uso de razón, voy bajándome de trenes y subiéndome en otros alternativos (voluntaria o involuntariamente) para llegar a mi decidido destino.
Me acuerdo que a veces llegué a subirme en equivocados y en cuanto tuve la oportunidad me bajé en la estación más próxima para retomar otro tren que según mi instinto me indicaba que era el que me llevaba a mi destino, puesto que mapa no llevaba y, aunque algunas personas se ofrecían a aconsejarme uno u otro tren, cogí mi equipaje y me subí en aquel que, en ese momento ciertas señales me mostraban que era el que debía coger, teniendo siempre en cuenta los consejos de esas personas que de buena voluntad me querían guiar.
En el trayecto, a veces, estoy tan segura de que llegaré a mi destino que no presto mucha atención a dónde se va dirigiendo ese tren. En otras, me dejo llevar simplemente a dónde se dirija, porque ya me voy encontrando cansada de andar de estación en estación.
Cada una de las veces que me he bajado y vuelto a subir a dichos trenes, he tenido diferentes compañeros de asiento, algunos muy seguros de por dónde y a dónde van y rara vez intercambiaban palabras conmigo, porque en realidad yo iba a ser eso, una compañera de paso de su viaje. Sin embargo, me encontré con otros igualmente perdidos como yo, con el mismo miedo de no saber a dónde vamos.
A mi lado se sentaban compañeros que han tenido la suerte o la desgracia de subirse en los mismos trenes que yo y compartíamos nuestras penas al recordar los que nos llevaban a direcciones totalmente contrarias a nuestro deseado destino final, y claro está, también podíamos compartir las alegrías vividas en otros trenes en los que hemos sido más dichosos.
Ahora mismo estoy en una estación, la verdad, no sé dónde queda exactamente, ni qué trenes puedo coger para enlazar y llegar a mi propósitoSentada me encuentro, sin parar de observar a los demás transeúntes, sin dejar que se me escape ningún detalle, señal, etc. que me aclare en este preciso momento qué tren volver a tomar. Mientras tanto, recuerdo lo vivido en mi último tren, un viaje de pocos meses, pero a mi lado se han ido sentando mucha gente, y de esa gente, a unos pocos nunca podré olvidar ya que siempre se han prestado a ayudarme en lo que necesité y aprendí cómo se relacionaban con los otros pasajeros buscando en cada uno, lo mejor de ellos. De este tren me llevo mucho equipaje que sé que voy a necesitar para el siguiente, y a la vez espero que lo poco de equipaje que les he podido dejar, también les sea de provecho. Estos pasajeros que me han hecho que sea tan ameno el trayecto, que a mi pesar obligada tuve que abandonar… espero que también sientan añoranza de mí al ver mi asiento vacío y les haya aportado tan lindos momentos como ellos a mí.
Con ilusión y sin perder la esperanza deseo encontrar mi destino y al desembarcar por fin, volver a encontrarme con aquellos pasajeros tan especiales que he ido dejando en mi viaje.