Levanto la cabeza, y descubro que ante mí se alza el cielo de mi vida. Ése cielo que siempre estuvo ahí. Ése con el que compartí mis pensamientos a través de este largo sendero. El cielo, que sé que cuando yo falte, volverá a ser vividor de otra persona. Cada cual con su historia, sus miedos y sus males.
Sé que de la misma manera que yo descanso sobre este tronco desgarbado, en días venideros alguien ocupará este hueco vacío.
Muchas almas perdidas en el sendero quedarán atrás, aquellas con las que me volveré a encontrar cuando haya dejado este planeta, para siempre.
Entonces sólo quedará el recuerdo, una leve brisa, de alguien que también se perdió en el camino.
Cuando mi luz se apague se que será como una farola más en una avenida repleta de brillantes luces.
Sé que nadie recordará mi nombre, ni siquiera sabrán que una vez un hombre escribió su ultima reflexión bajo el árbol en el que ahora juegan los niños.
Pero cuando yo falte, este cielo seguirá ahí, imperturbable, velando por los deseos que quedaron por cumplir. Deseo, llanto, dolor, pues eso quedará de mí. Sólo cuando mi luz se apague.
DE LA RED.
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