Soy, impunemente, tu mujer y tu sueño, el verso siempre a escribir y a escucharte, cuanto lates y el curso que sigues desde adentro, el centro de tus lugares y tu lugar gestante.
Soy, impunemente, tu suspiro concreto, el árbol imperfecto que te ramifica, la cornisa donde respiras aires nuevos, el sensual cuello que te estabiliza.
Soy, impunemente, el posible que amordaza tu barca a las aguas de los intentos, el sentimiento con nombre y cara, la bocanada de vida que no te fueron.
Soy, impunemente, tu ternura resucitada, la música sonada que rompe tus silencios, el reto que te resta de las fechas feriadas, las entrañas de la luz y su poseso.
Soy, impunemente, la fuerza en tu debilidad, el levitar de tus cansados pasos, el sí engarzado que te hace caminar, y el dulce mirar donde hallas tu descanso.
Soy, impunemente, mi propia raíz ramificada en ti y en luna creciente, vulnerable temple que se yergue por tí, el punto sobre la i que tu dirección sierpe.
Esencia.
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Soy, impunemente, tu mujer y tu sueño, el verso siempre a escribir y a escucharte, cuanto lates y el curso que sigues desde adentro, el centro de tus lugares y tu lugar gestante.
Soy, impunemente, tu suspiro concreto, el árbol imperfecto que te ramifica, la cornisa donde respiras aires nuevos, el sensual cuello que te estabiliza.
Soy, impunemente, el posible que amordaza tu barca a las aguas de los intentos, el sentimiento con nombre y cara, la bocanada de vida que no te fueron.
Soy, impunemente, tu ternura resucitada, la música sonada que rompe tus silencios, el reto que te resta de las fechas feriadas, las entrañas de la luz y su poseso.
Soy, impunemente, la fuerza en tu debilidad, el levitar de tus cansados pasos, el sí engarzado que te hace caminar, y el dulce mirar donde hallas tu descanso.
Soy, impunemente, mi propia raíz ramificada en ti y en luna creciente, vulnerable temple que se yergue por tí, el punto sobre la i que tu dirección sierpe.