A un Ángel le pregunté,
¿Cuál es el peor castigo?
Y el Ángel me respondió;
Que entregues tu corazón,
Y las puertas estén cerradas.
Que entregues tu alma,
Y no haya brillo en sus ojos.
Que entregues tus besos,
Y roces unos labios fríos.
Que entregues tus manos,
Y te encuentres siempre caída.
Que entregues tu sonrisa,
Y no te reflejes en su rostro.
Que entregues tus caricias,
Y no recibas un cálido abrazo.
Que entregues tu llanto,
Y no tengas consuelo.
Que entregues tus sueños,
Y no exista futuro.
Que entregues tus palabras,
Y obtengas un vacío.
Que entregues tu integridad,
Y ganes debilidad.
Que entregues tu espalda,
Y cargues con tu lamento.
Que entregues tu oído,
Y no existan palabras.
Que entregues tu olfato,
Y no haya fragancia.
Que entregues tu cuerpo,
Y no haya valor.
Que entregues tus pies,
Y camines un desierto de agonía.
¡Tú me preguntas!
¿Cuál es el peor castigo?
Y yo te respondo;
Amar... y no ser amado.