La vida es corta, rompe reglas, perdona rápido, ama de verdad, ríete sin control y nunca dejes de sonreír, por más extraño que sea el motivo.
De nada vale preocuparse por las cosas, hacerse mil preguntas, tratar de entender a las personas. Siempre corres el riesgo de equivocarte, de entender mal. Así que es preferible centrarse en los asuntos prácticos. Ya se encargará otro de lo demás.
La felicidad... Parece una palabra fácil y, en realidad, tengo la impresión de que es más bien difícil, quiero decir que todos hablan de ella pero ninguno sabe verdaderamente qué es y, sobre todo, donde puede encontrarse.
No quiero tirar de recuerdos para seguir sonriendo, o tener que escuchar insistentemente esas tres o cuatro canciones que me recuerdan a ti. No quiero volver a sentir eso dentro de mí sino estoy segura de que esta vez no me daré contra el suelo, no quiero regalar sonrisas o malos gestos a las personas que menos se los merecen. No quiero cerrar los ojos y recordarte, o verme ahí contigo, sentada en un rincón de no importa qué sitio o qué día, no quiero necesitar tu olor para poner un pie sobre la tierra, simplemente no quiero volver a caer en ese agujero, en ese hueco en el que una vez que te dejas llevar resulta prácticamente imposible salir por tus propios medios, simplemente no quiero necesitar tenerte.
En algún momento, las personas a las que queremos, se olvidaron de querernos a nosotros.
Te quiero, sin reflexionar, inconscientemente, irresponsablemente, espontáneamente, involuntariamente, por instinto, por impulso, irracionalmente. En realidad no tengo argumentos lógicos, ni siquiera improvisados.
Y adelante, hacia la luna, donde quiera que esté.
Hay dos maneras seguras de llegar al desastre: una, pedir lo imposible;
otra, retrasar lo inevitable....