Como un aire suave que el verano nos deja entre la carne y acaricia, trayéndonos, ausente, la primicia de un otoño amarillo y más cercano. Como un agua que llega hasta la mano, sedienta de esperanza, y la delicia de su frescura por la sangre inicia, y calma el corazón. Así, lejano, en brisas de nostalgias florecido, el ala de un recuerdo, silencioso, ha rozado mi alma, y, suavemente, desde el umbral oscuro del olvido, un sueño, de su noche, milagroso, llega claro a mi sed con voz ausente.