Tirada sobre la mesa, adormecida y risueña, yace mi alforja, portadora de secretos que el tiempo dejó mohosos. Roída, casi deshilada, observa, con aire bohemio, a la dueña de su arbitrio, trotadora de altibajos, sabe cuanto revuelvo, y en mi mente, hago y destrozo, Compañera, aliada de palabras, el mutuo aprecio la alberga, en ocasiones burlona, se mofa de su importancia, pues sabe lo que atesora. Vieja y desvalida, en tus costuras hay canas, remiendos de heridas que fueron y quedaron, marcados en esa lona, de asfalto y noches en vela. Y nos comimos amiga, todo el polvo del camino, nómadas codo a codo, tu agarrada, yo apoyada y juntas creando historia.
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