Conversar a gusto es rebosar de consuelo una copa que no tiene precio. La conversación es como un escudo que desvía las flechas de la confusión y de la amargura. Conversar es deshacer a veces las cosas que nos oprimen, como se deshace la espuma con el mar. Las penas se desmenuzan, como si la conversación fuera un unguento mágico para calmarlas.
Cuando se sabe conversar no hay palabras huecas, todas parecen rocío sobre la corteza de la vida, abrasada por el sol o sacudida por las tempestades sentimentales. La conversación tranquiliza, nivela, refresca, orienta, ayuda.
Después de una conversación íntima, sabrosa, parece que hemos retoñado. Y sólo después de retoñar podemos esperar las flores y los frutos.
Conversa hondo, tierno, tranquilo, relajante, lúcido, sensato, comprensible. Sin olvidar la indulgencia y la justa medida. Conversa vaciando lo mejor que tienes para dar. Conversa tocando las fibras más sensibles y más sabias para que otros se valgan de ellas y las utilicen para su bien.
Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla.
(Es copia parcial)