LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN, ¿QUÉ HA CAMBIADO?
Lunes 9 noviembre 2009
José María Castillo, teólogo
La caída del muro de Berlín, que hoy celebramos, es también la celebración del hundimiento del comunismo. Con tal motivo celebramos el triunfo de la libertad. Así quedó patente que, en la cultura actual, no se soporta la represión de los regímenes dictatoriales. Hoy es evidente que, para todos los ciudadanos de nuestro mundo, es insostenible un sistema - sea el que sea - que pretende gobernar mediante el mayor control posible sobre el pensamiento y las decisiones de los individuos. La gente ya no aguanta los poderes absolutos, por más que esos poderes intenten justificar el dominio sobre las personas echando mano de los más altos y sublimes argumentos. El comunismo quiso imponer la igualdad reduciendo o incluso anulando la libertad. Eso no funcionó. Porque sabido es que en los países comunistas no había ni igualdad ni libertad. Una situación así era insoportable. Por eso se hundió.
La caída del muro de Berlín es el símbolo del triunfo de capitalismo. El sistema que afirma defender la libertad, por más que eso lleve consigo un escandaloso y brutal aumento de la desigualdad económica, social.... O sea, el comunismo defendía la igualdad a costa de la libertad. Por el contrario, el capitalismo defiende la libertad a costa de la igualdad. Así, hoy nos enorgullecemos de nuestras libertades, pero nos avergonzamos de las brutales desigualdades, que se agrandan de día en día.
La primera lección que sacamos de esto es clara: igualdad y libertad son realidades dialécticas. Si se opta por una es a costa de la otra. En la economía de mercado en que vivimos, las cosas no pueden funcionar de otra manera. Es un hecho demostrado hasta la saciedad.
¿Se puede remediar o, al menos corregir, esta dialéctica mediante motivaciones éticas, sociales o religiosas?. Hasta ahora, nada de eso no ha servido para mucho. Porque ahora nos damos cuenta de la segunda lección que tenemos a la vista: la fuerza de atracción del poder y el bienestar es mayor que la fuerza de los movimientos sociales y religiosos. Porque tales movimientos están organizados en forma de instituciones condicionadas, ellas también, por los intereses del poder y las ofertas del bienestar.
¿Tiene esto alguna solución? La experiencia también nos enseña que sólo aquellas personas o grupos que se sienten motivados por una mística (religiosa o laica) que es capaz de superar las gratificaciones que ofrece la atracción por el poder y el bienestar, sólo ellos pueden representar, en este momento, una luz y un motivo de esperanza. Es evidente, además, que los místicos de esa esperanza no van a nacer ni crecer en las instituciones sociales y religiosas que actualmente tenemos. Ni las religiones ni los sindicatos producen "místicos ". Más bien, educan "funcionarios ", quizá ejemplares. Pero nunca los funcionarios dieron un giro nuevo a la historia.
La conclusión es clara: necesitamos con urgencia profetas y místicos. Si no llegan pronto, nos espera el caos. El cambio climático, la corrupción de los poderosos y las energías de la tierra no dan para más.
Publicado por Jose Maria Castillo