La estrella Aldebarán se dejó llevar por el vendaval. Tras un agitado viaje fue a caer en un cuidado huerto. Al instante, se vio sorprendida por los gritos lastimeros de un gusano que estaba a su lado.
--- ¡Esto no es vida! ¡Así no se puede vivir – gritaba el gusano a los cuatro vientos.
Llevada por la curiosidad, la estrella le preguntó:
--¿Qué te pasa? ¿Tienes algún problema?
El gusano se quedó mirando fijamente a la estrella y respondió_
--¡No, ninguno! Si te parece que es poco problema vivir siempre arrastrándose por el suelo… ¿Te imaginas no poder disfrutar de los colores del campo en primavera? ¿Te imaginas una existencia siempre pegado al suelo y al barro? ¿Te imaginas…?
--Bueno, no sigas – interrumpió la estrella - . Pero permíteme decirte que te espera un futuro maravilloso, tan maravilloso que no podrías ni imaginarlo.
--¡Bah! Tonterías. Yo vivo sólo el presente, la realidad. Si no fuera así, sería el ser más desdichado. Hoy, por ejemplo, una niña ha escapado horrorizada al verme; unos instantes después, he estado a punto de ser aplastado por el amo del huerto que ha venido a regar… En resumen, ¡nadie me quiere! ¡Todos detestan mi presencia!
Aquí se terminó la conversación. Pronto llegó la noche y el gusano, al calor de la estrella, se durmió. Durante el sueño, la estrella Aldebarán aprovechó para susurrarle al oído la nueva etapa que iba a vivir.
--Tú, gusano, posees el más fino y delicado hilo de la Naturaleza: la seda. Con ese hilo trenzarás una nueva morada y en su interior te albergarás. Nosotros, desde fuera, creeremos que estás muerto; sin embargo, todo tu ser estará cambiando y, pasado el tiempo, romperás la cárcel que te ata, asomarás unas esbeltas antenas y unas impresionantes alas azules salpicadas de mil colores y emprenderás tu primer vuelo. Tendrás una nueva existencia y te llamarás “mariposa”.
Al llegar la mañana el gusano relató el maravilloso sueño que había tenido y que consistía, exactamente, en todo lo que le había susurrado la estrella. Finalizado el relato, el gusano se dirigió a una rama y, segregando hilo de seda, trenzó su capullo.
Ni que decir tiene que el repelente gusano del que escapaba la niña se transformó en esa majestuosa mariposa de alas azules. Mariposa que en sus vuelos disfrutó de los colores del campo y nunca sus patas volvieron a mancharse de barro.
Lástima que esta historia no acabe del todo bien. A la majestuosa mariposa no se le ocurrió nunca transmitir la esperanza de la nueva vida que espera a todo gusano. Seguramente, si lo hubiera hecho, ahora los gusanos no llevarían una vida tan triste.
JULIA GONZÁLEZ BLANCO