Esta es nuestra pobreza actual: no tener tiempo para nada; peor aún, para nadie. ¡Y las personas necesitamos tanto tiempo! Tiempo para uno mismo, para ser uno mismo, para poder pensar un poco. ¡Y no tetemos tiempo! ¡Es el tiempo del hacer y no tenemos tiempo del ser! Sí, tenemos mucho que hacer y ni tiempo para hacer lo que tenemos que hacer. ¡Es tanto lo que tenemos que hacer… ¡ Pero ¿es tan importante, tan esencial?
Sin tiempo, somos inmensamente pobres, nos empobrecemos y estamosempobreciendo a otros.
Las cosas importantes, tú bien lo sabes, brotan al final, “dejando pasar mucho tiempo”. Cuando estamos con prisas no nos atrevemos a decir nada a nadie, aunque en el fondo tenemos unas ganas locas… Pero si no hay tiempo preferimos el silencio… No arriesgamos que nuestra palabra se tome a la ligera. Podríamos ser mal interpretados. Necesitamos el tiempo de los otros para poder decirles lo que somos. Sólo los que se quieren se dan tiempo. Sólo a lo que queremos la damos tiempo… aunque, a veces, no tanto como quisiéramos… Y nos sentimos finitos, limitados… No llegamos a todos. Queremos más de lo posible. “No tenemos tiempo para querer tanto, para querer a tantos”… Quisiéramos ser “dioses”… y, a veces, nos empeñamos en serlo… Sólo que en este empeño nos estrellamos: no llegamos siquiera a ser persona. No. No podemos querer tanto, no podemos abarcar tanto, no podemos querer a tantos… porque acabamos no queriéndoles y no queriéndonos. Este camino nos lleva a una soledad vacía. ¿Será tan necesario hacer tantas cosas, querer llegar a tantos y a tanto…?