Como es bien sabido, la frase proverbial "discutir sobre el sexo de los ángeles" equivale a plantear cuestiones ociosas, lo que se llamó también una discusión bizantina. Y todo ello viene a buen seguro del hecho de que fueron los teólogos bizantinos precisamente quienes plantearon, entre otras cosas, esta absurda polémica, iniciada, si no me equivoco, en el monumental y venerable mamotreto del viejo teólogo Dionisio sobre la naturaleza de los ángeles, que en latín se conoció con el título de Caelestia Hierarchiae. A partir de los graves Padres de la Iglesia griega, la que hoy conocemos por ortodoxa, se plantearon estos enrevesados problemas que modernamente nos parecen superfluos.
La palabra "ángel" proviene de la misma palabra griega y significa en griego, en principio, mensajero, intermediario, por serlo entre Dios y los hombres.
Los antiguos Padres de la Iglesia y los teólogos antiguos se dividieron en sus opiniones sobre la naturaleza de los ángeles. Tertuliano, Orígenes y San Clemente de Alejandría creían que tenían cuerpo, aunque de materia extremadamente sutil. San Anastasio, san Cirilo, san Gregorio Nacianceno y san Juan Crisóstomo opinaban que eran seres inmateriales, una sustancia espiritual inteligente, "la primera dignidad entre todas las criaturas". Pero no sólo es éste el problema.
Los teólogos bizantinos, y luego los escolásticos latinos, plantearon gran número de problemas sobre la naturaleza angélica. Varios de ellos son realmente curiosos: si pueden penetrar en el pensamiento de los hombres; si leen la conciencia de sus iguales; si ven realmente a Dios en su esencia íntima; si conocen y escudriñan el porvenir; cómo hablan entre ellos y en qué lengua lo hacen; dónde residen habitualmente; si les asiste, prodigioso, el don de la ubicuidad, y, finalmente, si tienen sexo. En la Edad Media todo ello preocupó a los monjes en sus celdas y a los sabios en sus universidades de teología.
Y cuando todo ello parecía totalmente pasado y la frase de discutir el sexo de los ángeles se había convertido en algo proverbial e irónico, nos enteramos de que, de una vez por todas, el Consejo Nacional de las Iglesias de los Estados Unidos decidió cortar por lo sano. La solución vino, paradójicamente, por vías del feminismo; cosa que no llegaron a pensar jamás, como es natural, los teólogos medievales. Efectivamente, el citado consejo decidió modificar en los manuales que sirven para comentar la Biblia toda referencia al carácter masculino de Dios y de las criaturas angélicas."Se intenta encontrar fórmulas neutras para no emplear los pronombres masculinos y reemplazar también toda la mención de hombre refiriéndose a la especie humana o como de hermano refiriéndose a la fraternidad de todos los cristianos, por expresiones como el ser humano y los hermanos y las hermanas".