Esta historia comienza entre los árboles frondosos y de exquisita sombra de mi pueblo, aquel pueblito de provincia en dónde mis primeros años fueron de andanzas y aventuras.
Mi recuerdo, me dibuja como una chiquilla de mirada vivaz y pícaros hoyuelos en las mejillas, con dos trenzas bien peinadas a los lados de mi cabeza, decía mi tía Remedios qué las niñas debíamos ir siempre bien peinadas, pero a los nueve años yo sólo pensaba en correr entre los maizales espantando palomas y en recoger piedritas para hacer castillos, cómo esos castillos qué flotaban en el aire de la inocencia de mi niñez.
Pero ahora les voy a platicar de mi madre, aquella mujer regordeta, de piel morena, qué usaba un mandilito todos los días, era curioso ver con mis ojos ansiosos de saberlo todo, cómo mi madre corría de un lado a otro en la cocina, lavando tomates y poniéndolos en el comal de brazas, para asarlos con los chiles qué ya despedían un delicioso sabor tostado, el sabor de mi pueblo, mi madre preparaba una salsa bien picosa, pero qué nos gustaba harto a todos con tortillas recién hechecitas, con el vaporcito aún saliéndo de entre mis dedos, me pide qué le ayde a hacer las bolitas de masa para qué mi hermana Enriqueta las vaya palméando y siga haciéndo las tortillas, mientras ella con una mano va dando vuelta a los tomates qué se empiezan a ennegrecer en el comal y con la otra mano meneaba constantemente la sopita qué nos daría ese día de comer, corre, se lava las manos para quitarse los pellejitos renegridos de los tomates qué le quedaron y se seca con el mandil mientras se asoma a la puerta trasera para ver a los más chicos de mis hermanos qué arrojan granos de maíz a las gallinas.... -"Apúrense con los animales, pronto estará la comida y los quiero adentro a todos - " Gritó con voz firme, procurando no despertar a Ramoncito qué dormía profundamente en una hamaca hecha de traposy qué colgaba en una esquina cerca de la ventana.
Ramoncito era mi hermanito menor, tenía 2 añitos y era muy juguetón, sus manitas parecían de un muñeco, chiquitas, chiquitas, qué ni parecían de verdad y todo agarraba para llevárselo a la boca, mi madre, mis hermanas y yo teníamos qué cuidarlo todo el día, mientras mi padre y mis hermanos salían con el sol al campo, llevando en sus morrales el lonche del día, a mi me gustaba ir al campo con ellos, yo quería andar entre los zurcos del maíz y el trigo, pero mi madre no me dejaba, decía qué por ser mujer yo debía quedarme en casa con ella y mis hermanas mayores a ayudar n las labores del hogar.
Esta historia continuara....
Marybell Robles