Que hay luces que parten….
de los manantiales de la sonrisa,
a habitar otros instantes,
otras primaveras sin heridas.
Y llega entonces la lágrima, al balcón de nuestros días,
lluvia con ausencia de tacto, dolor sin promesa de caricia.
Y se extravían las horas, en la devoción a la sal
en la negación a la vida, y duele el corazón….
cuando respiras,
no encuentra alivio la pena, en la constelación de la herida.
Y sucede… que hay luces que al partir...
iluminan nuestras vidas,
marcando nuestra piel, con caligrafía de semilla.
Y sucede… que germinan flores en la sal, y promesas en la herida,
y encuentras besos guardados, en el recuerdo de su sonrisa,
abrazos que te transportan, a la alquimia más hermosa de la vida,
y ya no eres piedra que rueda, si no canto que desafía,
con armadura de besos, las fortalezas de los días..
Y sucede… Que somos luces que al partir iluminamos,
otras luces que necesitan, del tacto de nuestros brazos.
D/A.