Ciertas personas nos hacen daño. Lo sabemos, lo sentimos y, sin embargo, no acabamos de romper con ellas. ¿Por qué nos sentimos atraídos por esas falsas amistades que nos hacen daño? ¿Podemos escapar de ellas?
Como el amor, la amistad puede ser también pasional, fuente de tormentos y de impulsos destructores. Y es lógico, con ella se reviven, inconscientemente y a menudo violentamente, los primeros deseos, las primeras emociones, los primeros lazos. Es decir, que si hemos tenido unos padres que no han sabido querernos, tendremos tendencia a relacionarnos con seres que nos maltratarán igualmente.
La dependencia y la razón
La historia de Claudia ilustra perfectamente ese mecanismo. “Natalia ha sido mi mejor amiga durante veinte años. Teníamos 18 cuando nos encontramos por primera vez. Yo la admiraba, ella era guapa, muy inteligente, encajaba en todas partes, cortejada por hombres que a mí me parecía fantástico. Jugaba conmigo como con una pelota. En ocasiones era muy cercana y, de pronto, brutalmente tajante. “Nadie te puede amar”, me soltó una Nochebuena. Con Natalia he vivido los momentos más embriagadores de mi existencia. Por ella he transgredido mis valores morales más anclados. He defraudado, e incluso he traspasado los límites legales. Un día, en plena depresión, me pidió que la ayudase a morir. Y acepté. Afortunadamente, cambió de idea, pero yo estaba completamente metida en su lógica, hasta el punto de dudar de las certidumbres que guiaban mi existencia. Por definición, ella tenía razón.” ¿Por qué continuar con una relación tan autodestructiva? Claudiaha resucitado ese enigma en el diván: con su pasado de niña no querida por sus padres, ella estaba casi condicionada para este tipo de experiencias. Además, al contrario que sus padres, Natalia la valoraba mucho. Por esos momentos preciosos en los que le mostraba su aprecio, Claudia había estado dispuesta a dejarse pisotear.
Nunca te salvarán la vida
Peor que la embriagadora despersonalización de la amistad pasional es el reencuentro con un perverso narcisista. Este tipo de personalidad patológica representa un peligro público para la autoestima. El que cae en sus garras se siente cada día peor. Mario pudo dar fe de ello. A los 25 años, su camino se cruzó con el de Nicolás, un joven filósofo extremadamente talentoso. “Conocía a gente apasionante y me mostró un universo al que nunca hubiera tenido acceso. Pero era capaz, en una misma conversación, de encomiarme y luego dejarme por los suelos. Un día me invitó a una fiesta en el campo para, en el último momento, decirme: “Mejor no vengas, no tienes nada interesante que decir, vas a aburrirte y a aburrir a los demás”. Me sentí atan anulado que le dí la razón”. Seductores y manipuladores, los perversos narcisistas alternan proclamas de amistad y conductas sádicas. Un toma y daca que fascina y engancha a las víctimas potenciales.
Las pruebas de lo tóxico de dicha amistad les serían evidentes de forma inmediata si se amasen a si misma lo suficiente. Pero, generalmente, la víctima duda de si misma y no anticipa los zarpazos. Se dice más bien: “Cuando se conozca mejor, me apreciará”. En cuanto al depredador, detrás de sus aires de superioridad y su crueldad es frágil. Instrumentalizar y desvalorizar al otro le sirve justamente para reafirmarse. Gracias a un trabajo sobre sí mismo, Mario ha comprendido por qué se ha dejado pillar. Su padre afirmaba que el humor era saber reírse de uno mismo. Principio por el que no dudabaen ridiculizar a su hijo, el cual, inocentemente, no se resolvía, creyendo que así demostraba un gran sentido del humor. Un esquema de comportamiento de víctima pasiva que de forma natural ha reproducido con Nicolás.
Como nos explica la psicóloga Noemi Balada: “Las amistades tóxicas son aquellas en las que se unen dos personas con rasgos que se completamente sí. Por un lado estaría el que manipula, que se sitúa por encima en cuanto poder, decide y piensa por el otro y se beneficia de esta situación, al tener a alguien que hace las cosas a su manera y cubre necesidades como la de sentirse superior, admirado y seguido por el otro. Luego estaría el manipulado, que está por debajo y se deja llevar por las opiniones y decisiones del otro.
También saca provecho de la relación, ya que el otro decide por él y así obtiene protección y seguridad en el otro, aunque más a largo plazo pierde autoestima y autonomía”.
Salir del círculo
¿Cómo aprender a evitar a aquellos que necesitan que las cosas nos vayan tan mal para sentirse vivo? ¿Cómo salir del círculo vicioso que es una relación tóxica?
Hasta que hayamos identificado los motivos y las causas que nos llevan a buscar ese tipo de relaciones perjudiciales, repetiremos los mismos errores una y otra vez. Por tanto, no tenemos elección: debemos hacer todo lo posible por identificar nuestros puntos más frágiles. Sin conocimiento interior primero, no hay cambio.