Pasar página o no pasarla hasta haberla leído, releído y escrito. Exhumar las fosas del franquismo y revisar sus juicios o dejar las cosas como están. Recordar u olvidar la Guerra Civil y la represión del franquismo. ¿Cómo reconciliarse con el pasado?
Un juez en el banquillo de los acusados. El Tribunal Supremo juzgará a Baltasar Garzón. En 2008, Garzón se declaró competente para investigar la desaparición de víctimas del franquismo. Acusaba a Francisco Franco y otros dirigentes del régimen de exterminar al menos 114.266 desaparecidos. Como Franco y el resto de los acusados están muertos, Garzón señaló que debían ser los Juzgados Territoriales quienes investigaran estos crímenes. Pero la AudIencia Nacional le acusó de abrir una “causa general” al franquismo, y diversas organizaciones de ultraderecha se querellaron contra él por excederse en sus competencias. El castigo máximo que podría recibir es una inhabilitación de 20 años. Tras este ejercicio de esgrima judicial sigue hirviendo el debate que se vivió con la aprobación de la ley de Memoria Histórica: hasta qué punto es necesario recordar el pasado franquista. Para algunos, revisar los juicios del franquismo y exhumar fosas es un acto de justicia y salud psicológica. Para otros es reabrir heridas innecesariamente.
Entre la memoria y el olvido
Una guerra entre vecinos y familiares. Miles de personas muertas, desaparecidas o encarceladas. Miles de personas destinadas a los peores trabajos, despojada de su patrimonio y con la obligación de renunciar a sus ideas. “Los represaliados de la Guerra Civil sentían permanentemente la angustia, aunque se casaran tuvieran hijos y vivieran momentos felices”, señala Pilar Dasí, psicoanalista. Para muchas personas, la ley de Memoria Histórica, encontrar los cuerpos de sus seres queridos o revisar los juicios del franquismo es la oportunidad para elaborar esa angustia. Para recordad de una forma terapéutica. Los psicólogos aseguran que contarnos nuestro pasado permite un buen yo. Si la memoria se reprime, al cuerpo le duelen los recuerdos que no pueden verbalizar. “El triunfo del franquismo fue el silencio, que mantiene intacto el sufrimiento”, considera Teresa Morando, psicoanalista, que estudia los efectos de la represión franquista en los ciudadanos de Cataluña. “Por eso es básico hablar y ser escuchado.”
Aunque no todo el mundo quiere recordar. Hay personas que consideran innecesario revisar el pasado. Ya sea por miedo, culpa o, simplemente, porque creen que no hace falta. Para Pilar Dasí, “ese no querer saber nada es un rasgo neurótico muy extendido.” E insiste en que es una frivolidad opinar sobre los sentimientos de los otros y decir que no hace falta abrir fosas, que del desaparecido no queda nada.
Consecuencias psicológicas
Las guerras y la represión de una dictadura minan el psiquismo de los represaliados y afectan a la constitución psíquica de sus descendientes, opina Teresa Morando, que enumera los principales síntomas que sufren unos y otros. “Sienten indefensión, vergüenza, humillación, culpa y bloqueos emocionales. Sufren adicciones y enfermedades psicosomáticas y psiquiátricas que han sido tratadas como enfermedades aisladas del contexto psicosocial. Hay personas que durante años creyeron que sus familiares habían hecho cosas horribles, con el sentimiento de culpa y vergüenza que ello provoca, para luego descubrir que ese terrible secreto eran ideas diferentes a las políticamente correctas”. Es importante remarcar que los grandes traumas se heredan de generación en generación.
La primera generación, y parte de la segunda, siente un desmantelamiento psíquico. Su trauma produce síntomas, perturbaciones del carácter o enfermedades somáticas que no se asocian al impacto de lo vivido. La segunda generación hereda parte del vacío dejado por el trauma, por el duelo inacabado. Y en la tercera generación el trauma es algo impensable, pero quedan restos de sensaciones, imágenes y emociones.”
Como si fuera ayer
La Guerra civil acabó hace 71 años. Y la dictadura, hace 35. Pero, para muchas personas, la muerte de sus seres queridos y la posterior represión constituye una herida abierta. Como si hubiera ocurrido ayer. “El inconsciente no conoce la dimensión del tiempo. Cada uno tiene un tiempo para ver, un tiempo para comprender y otro tiempo para concluir”, afirma Pilar Dasí. Y concluir es lo que reclaman muchos allegados de los represaliados. Por ejemplo, revisando los juicios del franquismo, muchos de los cuales se realizaron sin garantías legales. “Por es muchos de esos allegados están descontentos, porque se le impide reconstruir un discurso más verídico y terapéutico de su pasado familiar. Aunque, precisamente por conocer la pérdida y el sufrimiento, hay personas que, a nivel profesional y personal, han hecho grandes cosas en la vida.”
Encontrar a un ser querido
“Cuando se recupera un cuerpo de una fosa común, se recupera la dignidad”, explica Pilar Dasí. Para muchos familiares, encontrar, tras varias décadas, el cuerpo del abuelo o el padre fallecido permite llenar un vacío de la muerte. Miles de cadáveres continúan en el limbo de las fosas del franquismo. Guillermo Fouce es psicólogo y coordinador de Psicólogos sin Frontera en Madrid, asociación que acompaña en el proceso de exhumación de cadáveres a los familiares y los equipos de intervención. “En una exhumación, se produce una mezcla de emociones muy intensas, aunque después de la tristeza suele quedar la alegría. Nosotros colaboramos para ajustar las expectativas que hay antes, durante y después de la exhumación. Y para que la fosa sea un lugar pedagógico donde la gente entienda qué pasó allí.”
Recordar para olvidar bien
Freíd decía que “hay que recordar bien para olvidar bien!. La transición sirvió para lograr la democracia y la convivencia entre sectores que, décadas antes, habían empuñado las armas. Para Teresa Morando: “La transición cerró en falso las heridas del pasado. No tuvo en cuenta que el sufrimiento no fue igual para todos”. Ahora, miles de personas reclaman un escenario social que les permita recordar de la mejor manera. En este sentido, lo contrario de recordar no sería tanto olvidar como la “represión de los recuerdos”, considera Teresa Morando, “y aquello que se reprime tiene tendencia a retornar como síntomas. Si a la represión personal se suma la represión impune de una dictadura, la persona está perdida. Hay que crear espacios para compartir experiencias y encontrar salida al enquistamiento del trauma histórico. Recordar y elaborar es terapéutico”.