Superar una
ruptura
Para algunos, una liberación, para otros, una condena. La ruptura amorosa permite prepararse para comenzar de cero. Todo un reto del que es posible salir fortalecido.
Fue muy difícil para mí asumir que todo había acabado. Estuve semanas comprando comida para dos, sin dormir en su lado de la cama, sin utilizar su armario…”, explica Ricardo (42 años). Cuando una relación sentimental se termina, da comienzo a un largo camino que conduce a una nueva realidad. Esteban Cañamares, psicólogo y sexólogo afirma: “Ser una pareja significa estar fundidos en una unidad superior. Cuando rompemos sentimos que nos quebramos por dentro. Utilizar el término ‘romper’ para hablar del fin de una relación no es algo casual”. Desligarse de las alegrías, las penas y las rutinas asociadas a la vida en pareja no resulta fácil; supone atravesar una serie de fases que conducen a la interiorización del cambio. En palabras de Sandra Díaz, psicóloga: “Cuando hay una ruptura, la persona se somete a diferentes estadios ligados a distintas emociones. Así, al principio, sentirá sobre todo dolor, angustia, confusión. Luego entrará en una fase de soledad, tristeza, culpa y rencor hacia la pareja. Después llegan las fases más objetivas, en las que se asume parte de responsabilidad en la situación para, poco a poco, alcanzar la resolución y la llegada del perdón”.
Encajar la noticia
Pensaba que íbamos a estar junto toda la vida. Cuando me dejó sentí un gran peso en el pecho, casi no podía respirar”, admite Charo (29 años). Tomar la decisión de romper resulta difícil… Pero recibir la noticia puede llegar a ser devastador. Es normal sentir desorientación, confusión, dolor, rabia o tristeza, especialmente cuando la ruptura no se espera: “Cuando se es consciente de que la relación va mal, la intensidad de las emociones resulta menor. Una separación inesperada genera desorientación en la persona, que siente que su percepción del pasado es errónea, generando dolor en el presente y mostrando el futuro como una fuente de inseguridad y confusión”, afirma la experta. Es necesario darse un tiempo para superar el desconcierto inicial, para desahogarse, para llorar y expresar la rabia (siempre desde el respeto hacia el otro y hacia uno mismo). Una vez evacuadas la mayor parte de las lágrimas y la ira, es el momento de pensar en lo que está pasando, cómo y por qué ha ocurrido y qué podemos hacer.
Pero la sorpresa no es el único factor que influye a la hora de aceptar la separación. De acuerdo con el psicólogo: “Encajar la noticia también resulta más difícil cuando se está enamorado del otro, cuando la relación ha sido larga, cuando no se confía en las propias fuerzas para volver a gustar a alguien, cuando hay sentimientos de culpa por miedo y también si hay terceras personas implicadas”. La edad y el sexo, pese a no ser determinantes en esta reacción, también tiene cierto peso.
El tiempo como aliado
Sabina necesitó “19 días y 500 noches…” para “aprender a olvidarla” ¿Existe un tiempo lógico para pasar página? Una larga convivencia, las traiciones, los comportamientos inapropiados o la pérdida del grupo de amigos están relacionados con el tiempo que se invierte en olvidar. Sin embargo, estas circunstancias tienen una importancia relativa, lo que de verdad influye es la actitud del individuo. Díaz opina que “no existe un tiempo concreto para olvidar, todo depende de las características personales y emocionales, del apoyo y la relaciones sociales, de la autoestima, de la necesidad del individuo de estar acompañado… Olvidar depende, sobre todo, de las soluciones que pongamos, las estrategias de afrontamiento y la creación de nuevas metas”. Con el fin de acortar esta fase, algunas personas deciden cambiar su entorno lo máximo posible. Deshacerse de todos los recuerdos puede ser una buena idea, pero el pasado no se borra con esto: “La ex pareja forma parte de nuestras vidas y no podemos renunciar a todo lo vivido con él o ella, ni despreciarlo. En el momento de la ruptura conviene retirar aquellos objetos que sean más emotivos, que evoquen con mayor facilidad las vivencias con la pareja, la relación pasada o el dolor que se está viviendo. Una vez pasado el duelo, estos objetos dejarán de producir una descarga emocional”. En lo que se refiere a la familia política y el grupo de amigos, Cañamares recomienda seguir la receta de la naturalidad: “Si un amigo sigue siendo querido, no hay por qué romper con él. Del mismo modo, si hay algún amigo al que ya no apetece ver, ¿por qué seguir tratándole?”,
Lo importante es hablar
Desahogarse no sólo es bueno, sino necesario. Sin embargo, para poder avanzar hacia una nueva vida hay que evitar anclarse en la queja. Cuando la persona está recordando o hablando constantemente de un recuerdo doloroso, lo está fortaleciendo, por lo que el dolor, el malestar y todas las emociones negativas asociadas a él también se intensifican. En opinión de la psicóloga: “Tres o cuatro semanas después de la ruptura, la persona tiene que dejar de lamentarse para pasar a estadios superiores, empezar a mejorar y no quedarse bloqueada. Si no se produce este desahogo, se entra en un bloqueo emocional que no ayuda a pasar las fases de duelo y dificulta mucho la superación de la ruptura”. Saber elegir con quién desahogarse es importante. De acuerdo con los expertos, lo ideal es hablar con una persona externa, totalmente neutra, que no tome partido, que se limite a escuchar sin dar consejos, a mostrar su apoyo y comprensión.
El perdón y la superación
De acuerdo con Cañamares, “la ruptura se supera cuando la persona es capaz de comprender sin dolor lo que ha pasado”. Las separaciones pueden terminar en aceptación y perdón o en olvido, dependiendo de las circunstancias. “Lo mejor es perdonar, porque olvidar implica no recordar, y eso genera un bloqueo emocional que estará siempre presente y no dejará crecer a la persona”.
En algunas ocasiones, los integrantes de la pareja pueden volver a ser amigos después de la ruptura. Sin embargo, esto no tiene por qué ser una meta, ya que no siempre es posible: “Se puede volver a ser amigos cuando el dolor ya ha pasado, cuando hablar de la pérdida ya no causa malestar, cuando ver a esa persona ya no produce emociones intensas de anhelo, tristeza o frustración. Pero no hay que correr, hay que darse tiempo para superar el duelo”, completa Díaz.
ESTER ALONSO