Se dice beber los vientos por una persona o una cosa, significando desvivirse, afanarse por alcanzar algo que se desea con vehemencia. El sacerdote cacereño Francisco Gregorio de Salas, en sus Poesías serias y jocosas (1675), satiriza a cierto sujeto que frecuentaba más para beber, a causa de estar enamorado de la tabernera así:
Con diferentes intentos
que a beber viene imagino
por él en sus pensamientos
por el vaso bebe vino
pero por ella los vientos.
Parece ser que el origen de la metáfora "beber los vientos" procede, según Julio Cejador Frauca en su Historia de la lengua y literatura castellana (1915), de los perros de caza venteadores, que, al olfatear el aire, parece como si lo estuvieran bebiendo.
Antiguamente se decía también "beber los vientos y los elementos", cosa ya un tanto más difícil de comprender, si la metáfora deriva del lenguaje venatorio. La cita más antigua es del maestro Gonzalo Correas en su obra Vocabulario de refranes y frases proverbiales y otras formas comunes de la lengua castellana, que es obra del primer tercio del siglo XVII y lo explica así: "Beber los vientos y los elementos: dícese de un enamorado, bebe los vientos por fulano, y del que anda en pretensión que mucho desea".