Si tuviéramos tiempo podríamos…
Y el otro y yo nos damos cuenta de que si tuviéramos tiempo podríamos decirnos cosas más importantes.
¿Por qué no optar por la calidad sobre la cantidad? ¿Qué aprovecha llegar a mucho, a muchos y dejarlos colgados a medias, medio en el vacío?
Se impone organizar nuestro tiempo para poder regalar más tiempo a los otros.
Yo necesito tiempo para hacer mi palabra, para dejarla que brote desde el caos en que está inmersa.
El otro necesita tiempo para pronunciar su palabra, la que no existe y es posible.
Si no nos damos palabras humanas, ¿qué es lo que nos damos que sea humano?
Si no nos damos palabras humanas, ¿cómo podremos hacernos humanos?
Si no nos damos palabras humanas, ¿cómo descubriremos el secreto de nuestros corazones?
Si no nos damos palabras humanas, ¿cómo podremos marchar juntos por el camino de la vida?
Si no nos damos palabras humanas, ¿cómo podemos de verdad ser tú y yo?
¡Si no nos damos palabras humanas…!
Tener tiempo…, buscar tiempo para…, sacar tiempo para…, nos pide ser de otra manera, valorar las cosas desde otra óptica.
¡No tengas prisa, hombre!
¡No tengas prisa, hombre; quédate un poco más a nuestro lado!
¡No tengas prisa, hombre; dinos lo que todavía no nos has dicho!
¡No tengas prisa, hombre; revela los gestos que nos calienten el corazón!
¡No tengas prisa, hombre; háblame de lo que te hace vivir, que yo también quiero vivir!
¡No tengas prisa, hombre; haz silencio conmigo un ratito, que ya estoy harto de tanto ruido y palabrería!
¡No tengas prisa, hombre; regálame lo que más necesito: un poco de tu tiempo!
¡No tengas prisa, hombre, por favor; siéntate a mi lado y contempla conmigo el paso del tiempo: es nuestro tiempo!
R. PRIETO