La "corte de los milagros" es una mala traducción de "La cour des miracles". Cour en francés es patio y también se decía de las calles cuyas extremidades estaban cerradas por edificios. Por extensión, la "cour des miracles" era el barrio de toda la picaresca de París, llamado así porque las enfermedades que los mendigos exhibían durante el día desaparecían como por milagro desde que habían ganado este barrio.
Estos mendigos estaban perfectamente organizados y tenían sus jefes e incluso su rey. Hemos de señalar que los mendigos estuvieron ya organizados en Bagdad, en plena Edad Media, y formaban una importantísima fuerza desde el siglo XIII en París. Así, este "patio de los milagros" de París, que se llamó en francés "cour des miracles", más en el sentido de patio que de corte, está descrito truculentamente por Víctor Hugo en su célebre novela Nuestra Señora de París: " Era, en efecto, aquella temible corte de los milagros donde jamás un hombre honrado había penetrado a una hora tal. Círculo mágico en el cual los aguaciles del Châtelet, si se aventuraban, desaparecían repentinamente; ciudad de ladrones, repugnante verruga en el rostro de París... Este arroyo de vicios, de mendicidad, de vagabundaje, era una colmena monstruosa, un mentido hospital... Era una vasta plaza, irregular y mal pavimentada... Era como un nuevo mundo desconocido, increíble, deforme, reptil, hormigueante, fantástico...".
Después de esta brillante descripción de Víctor Hugo demos de añadir que los mendigos formaban una importante cofradía que tenía sus leyes, su lenguaje arcano y su jefe supremo, y, como hemos dicho, eran elemento muy principal dentro de la vida de la capital francesa con el que había que contarse en cuantas turbulencias acaecían, que no fueron pocas, en el transcurso de los siglos. El patio, rodeado de un dédalo de callejuelas, estaba vedado a las incursiones de la policía. Sólo cuando ésta fue muy fuerte, ya en 1667, y bajo el reinado de Luis XIV, se consiguió la extirpación definitiva.
No creamos que estas asociaciones de mendigos eran sólo propias de Francia. En nuestra España del Siglo de Oro tenía cada ciudad su lugar de reunión de mendigos y pícaros. Cervantes los enumera en la primera parte del Don Quijote: "Los percheles de Málaga y las islas de Riarán; Compás de Sevilla; Azoguejo de Segovia, la Olivera de Valencia, Rondilla de Granada, Playa de Sanlúcar, Potro de Córdoba y las Ventillas de Toledo eran los lugares más ilustres del mapa de la picaresca española donde la mendicidad alternaba con el delito".
Hemos de reconocer, por tanto, que la traducción de "La cour des miracles" por "corte de los milagros", es un error ya que queda bien claro que era una plaza o patio rodeado de calles. Lo que sucede es que la expresión "corte de los milagros" es harto pintoresca y, sobre todo, desde que la usó con singular malicia, jugando con el vocablo, Valle Inclán en la primera de sus novelas El ruedo ibérico refiriéndose a la corte de Isabel II.