La censura le sirvió
En el país había un tirano terrible, y el hombre tuvo que emigrar dejando sola a su mujer para que atendiera las tierras y la granja. La pobre no sabía cómo arreglárselas para poder sembrar un campo bastante grande, cuando recibió una carta de su esposo en la que éste le decía: "Por Dios, no labres el campo que está al lado del bosquecillo, pues es allí donde están enterradas las armas".
Como era de esperar, la carta pasó por la censura, y al día siguiente un ejército de policías llegó allí con azadas, y cavaron todo el campo, en el que, naturalmente no encontraron nada.
La mujer escribió a su esposo lo sucedido, y él respondió a vuelta de correo:
--"Ahora que ya está cavado el campo, puedes sembrarlo cómodamente."
A las barricadas
Cele –Celestino-