EL desconocido QUE MEJOR NOS CONOCE
Nos acompaña en nuestro día a día, guía nuestros actos, pensamientos y emociones, sabe de nuestro pasado, de cómo actuamos y por qué; y, sin embargo, se nos escapa de nuestros dominios y nuestra razón. Así es el inconsciente. Comprender cómo funciona nos permitirá saber más de nosotros mismos.
Rosario Rey
Cuentan que cuando Freud iba en el barco que le llevaba a Nueva York, donde lo esperaban con gran expectación para dar unas conferencias en la universidad, le dijo a su discípulo Carl G, Jung: "No saben que les traigo la peste". Sabía que su teoría sobre el inconsciente sería mal acogida hasta el punto de que llamó a su descubrimiento la tercera herida de la humanidad: la primera vino de la mano de Copérnico, que dijo que la Tierra no era el centro del universo; la segunda de Darwin, con su teoría evolutiva; y ahora llegaba Freud recordando al ser humano que no mandaba sobre sí mismo, que había cosas que se le escapaban de su control. Freud se interesó por aquello que quedaba inamovible y originaba síntomas psíquicos. Pero, sin llegar al malestar, el inconsciente nos acompaña en nuestra vida diaria, determina nuestros actos, pensamientos y emociones. Comprender cómo funciona esa enigmática parte de nosotros mismos y saber cómo se expresa resulta esencial para todos aquellos que deseen tomar las riendas de su vida; y ése es el objetivo de este dossier, conocer un poco más de cerca a ese desconocido que llevamos en el interior y que también nos conoce. ¿Vendarnos los ojos y obviarlo? Imposible porque como alerta Guillermo Kozameth, médico psicoanalista, "seríamos un yo robotizado sin historia, sin conflictos, pero sin vida".
Nuestro yo consciente es sólo la punta que sobresale del iceberg. Bajo él se encuentra el inconsciente, "el lugar de los recuerdos más arcaicos, los momentos de nuestra historia pasada, esos que no podemos evocar", señala Kozameth. Es ahí donde vamos guardando "los deseos inadecuados, inconvenientes y las situaciones traumáticas que no se han podido elaborar", indica el psicoanalista Mario Sobreviela, que lo define como "algo que todos tenemos, que nos lleva a hacer y decir cosas más allá de la voluntad y que participa en nuestra vida".
Formamos parte de un guión
"Todos nos vemos obligados a convivir con él. "Los deseos inconscientes -explica Kozameth- influyen mucha más de lo que suponemos. La razón es una parte del hombre, pero existe un territorio mucho más amplio y desconocido para quien lo lleva. Elecciones laborales, orientaciones vocacionales, maneras de amar y odiar están relacionadas con nuestro pasado familiar y extrafamiliar; guiones que hemos estructurado sin ser conscientes de ellos".
Produce respeto pensar que hay algo que nos hace sin que nosotros podamos controlarlo; sin embargo, lo racional y lo irracional pueden convivir perfectamente en nuestro yo. ¿Cómo? Aceptando la existencia de nuestro pasado -invita Kozameth-, nuestra historia con sus momentos, privaciones y renuncias, pero también los ideales, la esperanza y la recuperación de la creatividad que todos tenemos": nuestro yo más puro. Mario Sobreviela también considera que consciente e inconsciente forman un equipo perfecto. "¿Por qué cuando en un tribunal se está decidiendo algo importante hay varias personas?, se pregunta. Porque si dejaran sólo a uno no siempre sería ético".
Un equipo de tres
El inconsciente es una especie de teatro interior. Relegamos (reprimimos) en él deseos que están en contradicción con nuestra moral y nuestros ideales. "El yo (consciente) -continúa Sobreviela- es como un negociador que tiene que hacer coincidir tres bandas (la parte consciente, la inconsciente y la preconsciente), cada una con sus propios intereses. Hay un trabajo de negociación permanente". Para entenderlo, un ejemplo: vemos a una persona que nos gusta. El inconsciente, primitivo, se la llevaría a la cueva; el preconsciente, que acoge los códigos éticos, le dice cómo actuar y el yo, del lado de la consciencia, negocia con la realidad, que es que esa persona no está interesada.
¿Podemos aliarnos con él? Sí, pero esto implica, dice Guillemo Kozameth, "aceptar parte de sus principios y no someterlo ni anularlo". Para saber escucharlo y, por tanto, conocernos mejor, debemos partir de una base, "aceptar que los síntomas -continúa el psicoanalista- no empezaron porque anoche tuve una discusión con un amigo o mi pareja, sino que hay una larga historia olvidada pero que nos pertenece".
Quizás no podamos ver tal y como somos realmente, pero lo cierto es que cuanto más sepamos leer los mensajes del inconsciente, más capaces seremos de descubrir nuestro ser auténtico, de aceptarnos y de orientarnos en nuestra vida.
Diccionario
Inconsciente: Parte de la psique a la que no tenemos acceso directo, que acoge los recuerdos más arcaicos que no podemos evocar.
Consciente: Aquello que obedece a la voluntad y cuyo contenido podemos evocar, pensamientos de lo que nos damos cuenta.
Preconsciente: Región de tránsito entre los dos sistemas anteriores. Acoge todas esas cosas que funcionamos con ellas, pero no las tenemos presentes todo el tiempo, como normas y códigos de funcionamiento. Hacemos las cosas porque así deben ser, pero no estamos pensando en ello todo el tiempo.
Subconsciente: Freud comenzó empleando el término para indicar aquello que está por debajo de la consciencia, pero luego corrigió. En el psicoanálisis no se emplea.
Yo: nuestra parte consciente.
Ello: Zona inconsciente. Acoge instintos, pulsiones y deseos.
Superyo: Acoge nuestro código ético y moral, las normas de conductas, está entre el yo y el ello.
Pulsión: Al principio se confundió con instinto. Es un concepto límite entre lo biológico y lo psíquico, lo que nos mueve a hacer cosas.
Represión: Mecanismo que retira de la conciencia los deseos más inaceptables.
CELE -Celestino- |