Cambiar para mejorar
Los filósofos nos
abren
el camino
Inherente a la vida, los cambios personales, el afán de superación y el ánimo por encontrarse a sí mismo y realizarse son algunos de los grandes temas de reflexión que la filosofía ha analizado a lo largo de la historia del pensamiento.
Un filósofo no es un psicoanalista: no busca los secretos guardados en el inconsciente. La filosofía no pretender dar soluciones individuales a problemas concretos, sino que se interroga sobre todos los aspectos de la vida, buscando respuestas que nos afectan a todos como seres humanos.
El cambio es uno de los temas de estudio dentro de la filosofía. Nosotros hemos elegido presentar un pequeño acercamiento a las ideas de cuatro grandes filósofos, Lao-Tzu, Montaigne, Spinoza y Nietzsche, que han considerado el cambio como un elemento positivo de la existencia.
El pensamiento de Lao-Tzu, insistiendo sobre las virtudes de la no acción, parece invitar a la inercia. No se trata de eso: lo que procura es ponernos en guardia contra la ilusión del cambio dirigido, controlado y racionalizado. Lo queramos o no, el cambio se impone, porque todos estamos embarcados en ese barco desprovisto de puerto que es la vida. La vida es cíclica, ninguna realidad es estable. La sabiduría consiste en dejarse llevar por la corriente con plena consciencia, en seguir sus movimientos para vivir en armonía con su flujo, donde los contrarios no se oponen.
Nuestras vidas son efímeras, la existencia no es más que movimiento, nos recuerda Montaigne en sus Ensayos. “No hay ninguna existencia constante, ni de nuestro ser ni del de los objetos.” Su filosofía parte de la constatación de una realidad en cambio constante: “El mundo es un balancín perenne”. Para seguir el fluir de la existencia, hace falta ir en el sentido de la corriente. Montaigne aconseja cultivar la vida tal y como dios ha querido concedérnosla. Listo para girar a la izquierda si un obstáculo se presenta a la derecha. En su mano está cambiar sus deseos si no puede transformar la realidad. Alejado de todo dogmatismo, Montaigne no nos pide actuar como él; sencillamente nos muestra cómo vive, nosotros decidimos si le seguimos o no. Hablando siempre desde su propia experiencia, no duda en mostrar sus vacilaciones en su conocimiento sobre el mundo. Para él, más allá del conocimiento, lo más importante es procurar disfrutar de todo lo bueno que la vida nos ofrece.
Mientras somos el juguete de pasiones tristes no somos los actores de nuestra propia vida. Asegura Spinoza: “Como el oleaje agitado por vientos contrarios, nos balanceamos hacia todos los lados”. El verdadero infierno son esos sentimientos negativos en los que todos nos complacemos. Cambiar dignifica, pues, renunciar a ellos para reencontrarnos con nuestra naturaleza de seres anhelantes y libres. En vez de obedecer a esas pasiones negativas, utilicemos nuestra razón. Cuanto mejor entendamos lo que somos y es el mundo, mejor sabremos elegir lo que nos conviene. El esfuerzo por pensar nos dirige a la felicidad, sentimiento que, según Spinoza, es propio del hombre: ¡ser humano es ser feliz!
La invitación a la metamorfosis está en el centro del pensamiento de Nietzsche. “Seamos ligeros y aéreos: transformémonos en funambulistas, en bailarines, en viajeros sin equipajes”, nos dice. Su teoría del cambio se expone principalmente en su obra más célebre, Así habló Zaratustra. En ella explica cómo el individuo se encuentra en estado de camello –el ser que soporta el peso de las obligaciones sin reaccionar- antes de dar paso al león –el ser nihilista ávido de destrucción de los valores, aún “demasiado pesado para bailar”-. Y, finalmente, surge el niño que ama y sabe decir un verdadero sí a la existencia, sin miedo, con todo el éxtasis que nos puede ofrecer pero también con todo el dolor inherente a ella.
I. TAUBES / NÚRIAS BERLANGA
Cele -Celestino-
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