Dice Benito
Jose Arregi, 09-Febrero-2012
Estamos en época de prematriculaciones y vuelven las pugnas. Vuelve el debate sobre la asignatura de religión en la escuela laica. El bien de nuestros niños y jóvenes es un buen pretexto, y la religión la peor arma.
El pasado domingo, 29 de enero, Mons. José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián, publicó una carta en forma de diálogo imaginario entre un padre llamado Benito y su hijo llamado Andoni, en una familia supuestamente guipuzcoana. Me cuesta mucho imaginar una conversación así en una familia guipuzcoana, pero son licencias pastorales. Recojo textualmente los argumentos de Benito, es decir, de Munilla. Andoni, el hijo, no desea apuntarse a la asignatura de religión católica, pero no ofrece argumentos a su padre (es curioso…). Yo le prestaré los míos o me pondré en su lugar.
Dice Benito: “Yo también estoy a favor de una escuela pública laica, pero no estoy dispuesto a que me den gato por liebre. ‘Escuela laica’ quiere decir que en ella se respetan todas las creencias, no que tengamos que renunciar a la nuestra. No es lo mismo ‘escuela laica’ que ‘escuela sin religión’ ”. ¡Pues qué bien, Benito, que estés a favor de la escuela pública laica! No lo hubiera pensado. Pero sugieres que la escuela laica exige que renuncies a tus creencias, o que es una “escuela sin religión”. ¡Qué va, por Dios! “Escuela laica” significa simplemente –es cosa muy distinta– una escuela donde no se da ninguna preferencia a una religión sobre otras. Guarda tranquilo todas tus creencias, y que tu hijo las lleve consigo a la escuela pública. Nadie se lo impedirá, siempre que a nadie se las quiera imponer; y, si alguien se lo impidiera, podrá denunciarlo. Así debe ser una sociedad laica.
Dice Benito: “Los padres tenemos derecho a que nuestros hijos sean educados en la escuela según los valores de la familia y no según las ideologías de los políticos de turno”. Pues… sí, de acuerdo, pero con una precisión importante. Los padres tienen derecho, claro, pero todos los padres lo tienen: el mismo derecho que tú tienen los padres que defienden otros valores de la familia, que pueden ser distintos a los que tú llamas “valores de la familia” (¿los de tu familia?). Tienen el mismo derecho los padres musulmanes, protestantes, testigos de Jehová o agnósticos que no adhieren a ninguna religión. Y también tienen el mismo derecho los padres católicos que no conciben la familia de la misma manera que tú. ¿No querrás que cada uno tenga su profesor de religión? Son las familias, no los políticos, quienes tienen el derecho de decidir qué educación ha de dar la escuela pública. Pero todas las familias. Me temo, Benito, que quieras aprovecharte de los políticos de turno para llevar a la escuela pública tu modelo de familia. Y tenlo por seguro, ese modelo de familia no era el de Jesús. Basta que te des una vuelta por el evangelio de Marcos, por ejemplo.
Dice Benito: “Hoy en día es necesario estar preparados para dar respuesta a muchas objeciones contra la fe cristiana y contra la historia del cristianismo, que se difunden, a modo de ‘leyendas negras’ ”. Ahora caigo, por fin. Tú no me hablas de religión, sino del cristianismo. Y no me hablas del cristianismo, sino del catolicismo. Y ni siquiera me hablas del catolicismo, sino del catecismo romano. Creo que nos das gato por liebre (es un decir, pues en nada desmerece el gato de la liebre, ni la liebre del gato). Tú querrías que en la escuela pública se enseñe a defender la historia del cristianismo y, sobre todo, del catolicismo romano, como una historia gloriosa. No me interesa, Benito. Por lo demás, ¿no ves que los ateos más acérrimos y los enemigos más indomables del catolicismo vaticano y episcopal son precisamente los que, siendo niños, adolescentes y jóvenes, estudiaron por elección o por fuerza esa doctrina que tú te empeñas en seguir enseñando? ¿No ves que ahora están tan lejos a pesar de haberla estudiado o, tal vez, precisamente por haberla estudiado? Por el cariño que profeso a mi historia, mi tradición, mi Iglesia, por el amor que tengo a Jesús y su buena noticia, os ruego a ti y a todos los obispos: no sigáis tan ciegamente empeñados en desacreditar lo mejor del cristianismo y de la tradición católica en aras de vuestros catecismos. El cristianismo no necesita defensores, sino testigos, y no los forja la doctrina. La cuestión no es que se enseñe la religión en la escuela laica, sino qué religión se enseña. Enséñese, sí, la religión en la escuela laica, pero no de modo confesional, bajo el control de la autoridad religiosa. Enséñese la profunda sabiduría espiritual de todas las religiones, grandes o pequeñas, sin ocultar su historia humana tan ambigua.
Dice Benito a Andoni: “La asignatura de religión te ayudará a comprender las raíces de nuestra cultura y de nuestra historia; pero, sobre todo, te ayudará a entender el sentido de la vida, de forma que puedas orientarte en medio de tanta confusión y de tanto relativismo”. Estoy de acuerdo, pero solo en parte. Conocer la Biblia, los evangelios y la historia del cristianismo es indispensable para conocer nuestra cultura presente: la música y la literatura, la pintura y la arquitectura, la ética y el derecho e incluso el calendario. Pero para conocer bien nuestra cultura presente sería necesario conocer también las religiones griegas y romanas, germánicas, celtas y eslavas, y no digamos conocer el Islam y las religiones del Oriente. En cuanto a la “confusión” y el “relativismo” que tanto gustas de denunciar, déjame decirte, Benito, que nada hay más peligroso para el mundo y para la misma religión que el dogmatismo y el fundamentalismo.
Dice Benito: “La ciencia es muy importante, pero la ciencia sin ‘conciencia’ es la ruina de la humanidad. Y si no, que se lo pregunten a los habitantes de Hiroshima y Nagasaki…”. Desde luego, ¡pobres habitantes de Hiroshima y Nagasaki! Pero ¿sabes quién lanzó sobre ellos las bombas atómicas? Lo sabes muy bien: fueron los cristianos, fue Harry S. Truman, presidente cristiano de EEUU. Y fue el científico agnóstico Einstein quien había advertido al anterior presidente, el también cristiano Roosvelt, sobre los graves peligros de la energía nuclear convertida en arma, pero él siguió adelante con el “proyecto Manhattan”, e hizo construir la bomba. ¿Dónde estaba la conciencia? Eran muy católicos Franco y Pinochet. ¿Dónde estaba la conciencia? Somos los cristianos, para vergüenza de Jesús y de la humanidad, los que más que ningún otro hemos arrastrado este pobre planeta al peligro mortal en que se halla. ¿Dónde está nuestra conciencia?
Y conste bien claro: Soy ferviente partidario de que se enseñe la religión en la escuela pública y laica en todos los niveles, pero la historia de las religiones y la fenomenología del hecho religioso en general, no la religión cristiana o católica ni ninguna religión en particular, a menos que se enseñen todas, cosa imposible. Y propongo que, entre todos los católicos que queramos, tomemos a nuestro cargo el futuro económico de las/los 15.000 profesores de religión con designación episcopal que hoy dan religión católica en la escuela laica.
Para saber respirar y respetar, mirar y vivir, es importante que todos los niños y jóvenes, al igual que aprenden el principio de Arquímedes o la teoría de Newton, conozcan también la sabiduría de Buda, la mística de Laozi o las Bienaventuranzas de Jesús. Pero tú sabes, Benito, que Jesús nunca estudió religión en la escuela.