La musa de Klimt
Ella fue la única mujer que el pintor modernista Klimt pintó más de una vez. La primera, en 1903, en un retrato que le llevó cuatro años y decenas de lienzos preparatorios. Pero ella no quedó satisfecha y le solicitó una nueva versión, una obra que hoy es la sexta más cara de la historia. El pasado noviembre pagaron por ella casi 88 millones de dólares.
La musa de Klimt La evolución de su relación y de su personalidad quedó reflejada en todos los retratos que el maestro austriaco le realizó. Según algunos expertos, en todas las representaciones que Klimt hizo de Adele -de hecho en todas las mujeres que pintó- se esconde un deseo desbordante hacia ella, que se percibe en detalles como la mirada perdida o las manos ladeadas. Incluso algunos han llegado a ver en Adele una metáfora de la Dánae de la mitología griega. Sólo tienen que mirar la obra "Adele Bloch-Bauer" para ver la modelo rodeada de oro, lo que haría referencia a la lluvia de oro de Zeus.
Una mujer especial en su época Usaba largos vestidos blancos y fumaba con boquilla como una chimenea, cosa que era poco frecuente en las mujeres de esa época. Murió a los 43 años. Su esposo transformó su cuarto en un santuario y se comprometió a cumplir con la última voluntad de su esposa de quedarse con los retratos y legarlos a la Austrian Gallery en Viena, después de su muerte.
Lo que no cabe duda es que Adele Bloch-Bauer fue una mujer especial en su época, algo que todavía transmite su imagen. Quizá por eso sus retratos son algunos de los cuadros más caros de la historia del arte .Adele Bauer nació en Viena el 9 de agosto de 1881. Su padre era el importante banquero Moriz Bauer, uno de los miembros de la élite económica austriaca como director de uno de los siete bancos más importantes del Imperio Austro-Húngaro, el Wiener Bankverein. El 19 de diciembre de 1899 Adele contraía matrimonio con el magnate de la industria Ferdinad Bloch, dieciséis años mayor por lo que nos encontramos ante un matrimonio de conveniencia "basado en el respeto pero carente de amor".
El aspecto más importante y por el que he elegido a esta mujer, aunque gracias a Klimt no es muy olvidada, es porque tras su regreso a Austria, ya que el colapso de la monarquía austriaca en 1918 llevó a la familia Boch-Bauer a las cercanías de Praga, Adele fue una gran protectora de artistas e intelectuales, convirtiendo su casa en uno de los centros culturales de la Viena Fin-de-Siecle. Se interesó por los idiomas y estudió intensivamente alemán, francés e inglés, sintiéndose atraída por la literatura inglesa. Huyendo de los moldes conservadores, Adèle fue una idealista que convirtió su casa, en la céntrica Elisabethstrasse, en lugar de encuentro con lo más progresista de la época: el músico Gustav Mahler y su esposa, Alma Mahler, el dramaturgo Arthur Schnitzler, el escritor Stefan Zweig, el también músico Richard Strauss, el arquitecto Otto Wagner y el propio Klimt. Usaba largos vestidos blancos y fumaba con boquilla como una chimenea, cosa que era poco frecuente en las mujeres de esa época. Su talante progresista y casi revolucionario, que se fue forjando en una época en la que la conservadora monarquía estaba dando sus últimos suspiros, no fue un simple capricho de salón para impactar a la alta burguesía con la que se codeaba.
Adele falleció el 24 de enero de 1925, a los 43 años. Tras su muerte, su habitación de la casa de Schillerplatz se convirtió en una "habitación conmemorativa" siempre decorada con flores frescas. Su esposo transformó su cuarto en un santuario y se comprometió a cumplir con la última voluntad de su esposa de quedarse con los retratos y legarlos a la Austrian Gallery en Viena, después de su muerte. Adele, no quería que sus posesiones artísticas quedaran sólo para el disfrute particular de sus familiares más cercanos. Socialista convencida, donó en su testamento 150.000 coronas checas (unos 135.000 euros) a las asociaciones relacionadas con esta ideología política, además de insistir en que las telas que poseía de Klimt pasaran a formar parte de las arcas del museo nacional.
La evolución de la personalidad de esta mujer, que lo único que mantuvo en sus 42 años de vida fue su pasión por el mundo de la cultura, quedó reflejada a lo largo de los diversos retratos que el maestro vienés le realizó. También en ellos dejó patente la evolución de su relación, ya que según las malas lenguas de la época, Klimt y Adele fueron amantes durante más de diez años, teoría que nace por la ausencia de sexo en el matrimonio de la dama.
En el Retrato de Adele Bloch Bauer I, la muestra como un objeto de lujo, engastada entre láminas de pan de oro y en plata (tal vez Klimt estuviera influenciado en esta etapa de su arte por el oficio de orfebre de su padre), rodeada de símbolos, como las volutas y los ojos egipcios. Parece un auténtico mosaico bizantino —Klimt estuvo en Rávena a principios del siglo estudiándolos— donde tan sólo las manos y el rostro están pintados con óleo, aunque son precisamente estas partes las que revelan sus puntos débiles: "Enferma, sufriente, siempre con dolor de cabeza. Terriblemente frágil y oscura, con un rostro espiritual, delgada, elegante, complaciente y arrogante", son palabras de su sobrina María Altman para definir el carácter cambiante de Adele por aquella época. Sea cual fuere el sentimiento de Klimt, de lo que no cabe duda es que Adele Bloch Bauer fue una mujer especial en su época, algo que todavía transmite su imagen, o de lo contrario no sería el cuadro más caro de la Historia del Arte.
De El Templo
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