amar con pasión
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Agapê, el amor amistad
Así como el amor pasión incita a replegarse sobre si mismo y sobre la pareja, el amor amistad invita a abrirse al exterior. Sois cómplices, os comprendéis, os escucháis, os interesáis el uno por el otro y por el mundo… Y, de pronto, esa amistad, a priori sin ambigüedad, se transforma: las miradas cambian, el deseo se instala. Según Arantxa Martínez: “La relaciones pueden empezar de muchas formas, de forma rápida o lenta. Puede sentir atracción hacia una persona al conocerla o puedes sentirla después de conocerla, con el paso del tiempo.” En estos casos el vehículo amoroso nace entre dos personas en las que existe ya una comunicación muy fuerte. Pero para transformar esa amistad en amor la pasión es un ingrediente indispensable. Si no existe esa atracción de los cuerpos, la afinidad y el cariño mutuos por si solos no darán lugar a una relación de pareja, sino que se mantendrán en el plano de la amistad. Así pues, por mucho que, debido a nuestras vivencias, estemos buscando un amor más pausado, debemos asumir que, para vivir una verdadera relación de pareja, hemos de ser lo suficientemente valientes para dejarnos llevar por la pasión, sin reprimirnos, puesto que es un ingrediente necesario en el amor. Como nos recuerda Nuria Marco: “Cuando hemos sufrido una ruptura, la pérdida de una pareja a la que hemos amado apasionadamente, nos protegemos mediante una coraza para que no nos vuelvan a hacer daño. De esta manera impedimos que la pasión surja espontáneamente, ahogando nuestros verdaderos deseos y sentimientos. Estas personas acaban viviendo con verdadera luchas internas, pues la pasión se reprime, y si se mata la relación de pareja deja de ser pareja y se convierte en una relación de amistad.”
Filia, el amor profundo
Es la clase de amor que alía deseo y razón. El tipo de sentimiento que experimentamos cuando sabemos vivir juntos y, al mismo tiempo, libres. Nos amamos pero no nos pertenecemos. Está claro que el apego, esa mezcla de confianza, cariño y respeto que hace que nos sintamos especialmente unidos hacia una determinada persona, es algo que puede ir creciendo con el tiempo. Pero, ¿qué ocurre con la pasión? Ingrediente básico del amor, debemos alimentarla para lograr mantener junto a nuestra pareja esas emociones encendidas con las que se inicia el amor.
“Hay una metáfora que me encanta y que resume perfectamente esto –dice la psicóloga Martínez-. Una flor, si la cortas, se marchitará y morirá, pero si no la cortas, si está plantada y tiene buenas raíces, podrá vivir… siempre y cuando la cuides, la limpies, la riegues, le cantes… El amor hay que cuidarlo, y para esos hay que querer hacerlo, comprometerse con ello. No olvidemos que amar es un verbo que implica voluntad, y mantendremos el amor mientras tengamos la voluntad de hacerlo, mientras sigamos cuidando esa flor.” Una idea en la que abunda Núria Marco: “La pasión es como las brasas de un fuego que alimenta la pareja. Cuando el fuego empieza a apagarse, la pareja debe remover las brasas para que éstas reactiven de nuevo la llama. Así pues, ¿podremos mantener esa pasión desenfrenada del inicio con la persona que se ha convertido en nuestro compañero de vida?” Como indica Arantza Martínez, debemos recordar que, “cuando la pasión desemboca en el amor, la relación sexual cambia, y los compañeros son los mismos. No nos olvidemos de que en una relación sexual expresamos físicamente lo que sentimos, y esos sentimientos no son estables. Seguramente no me comportaré del mismo modo en el sexo cuando acabo de conocer a mi pareja que cuando llevo cinco años con él. ¿Qué sexo es mejor? ¿El primero o el segundo? Ninguno de los dos. Ambos son diferentes. En cuanto al compañero de vida ideal, será aquel con el que nos sintamos queridos, seguros, comprendidos… Todo esto, llevado a la relación sexual, hará que nuestro compañero sea un compañero sexual ideal, siempre y cuando no haya disfunciones a nivel individual”. Pero, ¿cómo diferenciar entre un “te quiero profundamente” y un “te quiero apasionadamente”? Es el respeto el que marca la diferencia: respeto a uno mismo –escuchar nuestros propios deseos- y respeto por el otro. Aunque la palabra respeto no forme parte de nuestros ideales románticos, seguramente no tarde en imponerse como el mejor guardián del amor.
NÚRIA BERLANGA
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