Todos coincidimos en que ningún amor se parece a otro. Ya lo decían, hace siglos, quienes distinguieron tres posibles modelos donde encajan todas las relaciones amorosas.
Hablar de amor es asociar deseo físico, intercambio y complicidad. Sin embargo, el amor se define por una infinidad de matices: fusión, razón, dependencia, odio… Y pasa por diferentes estadios. Hay amores que empiezan con una gran pasión, fruto de una atracción inmediata; otros surgen tras el conocimiento en profundidad del otro, cuando esa amistad un día da paso a la pasión para convertirse en algo más. Petro todos ellos aspiran a asentarse en ese amor profundo y duradero en el que, sin renunciar a la pasión dentro de la pareja, poder disfrutar al mismo tiempo de emoción y serenidad.
Eros, el amor pasión
El corazón se acelera, la excitación se alterna con el miedo, el deseo físico es insaciable y la ausencia nos obsesiona en las primeras separaciones. Como explica la psicóloga Núria Marco: “La pasión desenfrenada es como un estado de locura transitoria en el que no somos conscientes de nuestros actos ni de nuestros pensamientos. Las emociones nos invaden y actuamos llevados por ellas”. Precisamente por ello, hay personas que rechazan la pasión por el miedo a la intensidad de sus emociones. Un temor que, tal y como indica Núria Marco, puede llevarles a malograr una relación. “Todos, alguna vez, nos hemos visto envueltos en esa pasión y sabemos que no hay control, y esto, en ocasiones, produce miedo, que muchas veces nos paraliza. Esta sensación de falta de control incita en muchos casos a que se repriman sentimientos y se inicien relaciones de pareja sin pasión, impidiendo que broten las emociones de forma natural”.
Sin embargo, a pesar de nuestros miedos, la pasión, cuando es correspondida y la podemos vivir sin impedimentos, es fuente de estímulos positivos que nos hacen sentir mejor con el mundo –de pronto todo nos parece más amable, más brillante- y con nosotros mismos. “Cuando se empieza a experimentar el nacimiento de un posible amor, se empiezan a intercambiar conductas positivas, que generan pensamientos y sentimientos también positivos –corrobora Arantxa Martínes Bardají, psicóloga y sexóloga-. Este intercambio positivo nos hace sentir bien. No sólo por el hecho de recibir sino también por el de dar. La pasión nos aporta alegría y bienestar. Casi todas las personas recuerdan muy gratamente sus episodios de pasión, porque se magnifican las virtudes y se minimizan los defectos tanto de uno mismo como de la otra persona.”
Pero, ¿qué ocurre con el paso del tiempo? Normalmente nos sorprendemos diciendo: “Él ha cambiado”, “Ya no la reconozco”. La realidad del otro acaba siempre imponiéndose a nuestros ojos. O bien la aceptamos y entramos en otro tipo de relación, o bien no somos capaces de asumirla y la decepción y el sufrimiento llegan de forma irreversible. Es posible que entonces nuestros sentimientos se conviertan en odio: las emociones exacerbadas permanecen, pero van al polo opuesto. Otras veces se transforman en dependencia: “Sin él me siento vacía”; “Sin ella no soy nada”. El compañero se convierte en una alguien indispensable para vivir.
“Se nos ha educado con la idea de que debemos perseguir el amor porque es lo que nos dará la felicidad. Al creer esto, vamos en busca del amor, no con la intención de encontrar un estado en el que nos encontramos bien, sino desde la actitud de alcanzar un objetivo –señala la psicóloga Arantxa Martínez -. Si creemos que el amor es lo que sentimos al principio de una relación, y lo confundimos con la pasión, cuando ésta se acabe, desecharemos la relación porque creeremos que ésta ya no nos puede dar la felicidad.” La pasión amorosa, pues, tiene virtudes beneficiosas e instructivas para uno mismo, pero, a pesar de ser fundamental, no puede ser la única base de una verdadera relación de pareja.
Es posible pasar de una pasión arrebatadora e irracional a un amor más constructivo y pausado. Para ello es necesario apreciar el otro con sus defectos y sus cualidades, pero también tomando conciencia de quiénes somos fuera del ámbito de la pareja.