LA INSUMERGIBLE MOLLY BROWN – Y segundo
El domingo 14 de abril de 1912 era el quinto día que el Titanic navegaba por las heladas aguas del Atlántico Norte a todo vapor. El equipo radiotelegráfico del barco comienza a recibir avisos que alertan de la presencia de icebergs y de gran cantidad de campos de hielo. El clima se enfría a medida que se acercan a los grandes bancos de Terranova y el capitán Smith ordena modificar levemente el rumbo para pasar más hacia el sur de los grandes sectores de icebergs. El armador Bruce Ismay se niega a reducir la velocidad. Quiere cruzar el océano en un tiempo ejemplar para reforzar la excelente imagen de la compañía. El radiotelégrafo recibe más mensajes de advertencia a lo largo de la jornada, los cuales fueron ignorados o no tomados muy en cuenta. La temperatura había llegado a los cero grados. El tiempo era de plácida calma y esto no ayudaba a detectar icebergs. Con la quietud del mar, el oleaje no forma anillos al topar con cuerpos sólidos. Además, era una noche magnífica de cielo estrellado, pero falta de luz de luna. A las 23 h ya casi todo el mundo se había acostado en el Titanic.Media hora después, desde la atalaya, los vigías divisaron de pronto una gran masa oscura ante la nave. Se alarmaron. Uno de los vigías hizo sonar la campana tres veces y telefoneó de inmediato al puente de mando. Era un iceberg, justo enfrente de la proa y a tan sólo 500 metros. No lo pudieron ver antes porque no disponían de binoculares. La tragedia parecía inminente. La capacidad de maniobra de un buque con el tonelaje del Titanic era muy reducida en tan poco espacio.
Cuando en el puente recibieron la alerta, dieron a la sala de máquinas la orden de “todo atrás” e intentaron hacer virar el barco completamente a babor, pero no hubo tiempo. Se evitó el choque frontal pero no el impacto lateral. El hielo sumergido bajo el nivel del mar rasgó el costado del transatlántico, abriendo una brecha de cerca de 100 m de longitud. Casi inmediatamente el buque detenía su marcha. El capitán es informado de la entrada de agua en el pique de proa, en las bodegas nº 1, 2 y 3 y en la sala de calderas nº6. El ingeniero Thomas Andrews se dispuso a inspeccionar el vientre del buque, y después de verificar las zonas afectadas por la colisión, llega a la conclusión que el poderoso Titanic se hundiría irremediablemente en un par de horas. Se manda entonces despertar a todos los pasajeros y conminarles a ponerse el chaleco salvavidas, aunque la mayoría de ellos tardaron mucho en asimilar la certeza e inminencia de la catástrofe. Lo cierto es que tampoco se les informó con claridad para no desatar el pánico. Según el testimonio de Molly: “ Me estiré en mi cama de latón, al lado de una lámpara. Completamente absorta en la lectura casi ni me enteré del golpe en la ventana de arriba que me tiró al suelo. En cuanto me levante salí al pasillo para averiguar con que habíamos chocado y vi que muchos hombres también habían salido en pijama. Parecían estar escuchando en silencio, pensando que no sería nada grave, aunque se daban cuenta de que los motores habían parado justo después del choque y de que el barco no se movía “. Regresó a su camarote, pero escuchaba el ajetreo que aumentaba en el pasillo, así que se dispuso a averiguar que estaba pasando. “ Salí de nuevo al pasillo y vi a un hombre completamente pálido, con los ojos encendidos, como si fuera un fantasma. Cogía aliento y me dijo casi sin voz que cogiera mi salvavidas ”. Molly Brown, acostumbrada a viajar, nunca temió por su vida, pensó que si sucedía lo peor siempre podría salir nadando. No fue necesario.
Después de ayudar a dos pasajeros a subir a un bote salvavidas le dijeron que ella también iba y subió al bote nº6. Ese bote estaba preparado para 65 pasajeros, sin embargo sólo subieron a bordo 21 mujeres, 2 hombres y un chico de doce años. Mientras arriaban los botes Molly contempló con horror como el agua brotaba de una grieta en el lateral del barco. Las últimas órdenes que recibieron del Capitán Smith eran de “ remar hacia la luz y de mantenerse juntos ”. Mientras el bote se alejaba se dieron cuenta de que no había ninguna luz. Ningún barco estaba cerca para rescatarlos. Molly deslizó el pesado remo de madera con la ayuda de otra mujer y las dos remaron juntas.“ Cuando nos alejábamos del barco, oímos disparos. Luego nos dijeron que eran los oficiales que disparaban mientras arriaban los botes para evitar que los pasajeros de las plantas bajas saltaran a ellos y los hundieran. Otros decían que eran las calderas ”.Reza la leyenda que los seis músicos de la orquesta continuaron tocando melodías animadas a bordo mientras el barco se hundía. Molly podía oír todavía ladridos de perros y llantos de niños a lo lejos. Quería creer que también los habían subido a los botes salvavidas. Finalmente los llantos cesaron. Se escuchó un gran estruendo y el buque se partió en dos. A las 2.20 h de la madrugada, las aguas del océano se cerraron para siempre sobre el titán de los mares. El transatlántico inició un dramático y lento descenso al fondo abisal. “ De repente se hizo una grieta en el mar y la espuma rodeó el barco como si fueran brazos gigantes y la nave desapareció de nuestra vista ”.
Los ocupantes del bote de Molly permanecieron en silencio en medio del shock. Quisieron volver para rescatar a las personas que habían quedado en el agua, pero el contramaestre Hutchens dijo que eran sus vidas las que estaban en peligro ahora y que las víctimas que se ahogaban volcarían el pequeño bote intentando subir para salvarse. Con reticencias, las mujeres volvieron a los remos mientras escuchaban los gritos desesperados que venían del mar. Continuaron remando cuatro horas más, viendo ocasionalmente destellos de bengalas que disparaban desde los otros botes. A las cuatro y media de la mañana Molly vio un destello de luz. Era el Carpathia que se acercaba. Tras subir a bordo les dieron café caliente mientras escudriñaban la cubierta buscando rostros familiares. Molly, aunque estaba dolorida, cansada y muerta de frío, se dispuso a ayudar. Su conocimiento de idiomas le permitió consolar a los supervivientes que no hablaban inglés. También buscó por todo el barco mantas y comida para las mujeres que dormían en el comedor y en los pasillos. Confeccionó listas de supervivientes e inmediatamente en el barco comenzaron a enviar esos mensajes para que los familiares estuvieran tranquilos. Molly se dio cuenta de que muchas de las mujeres lo habían perdido todo; maridos, niños, ropa, dinero y objetos de valor y que encima se disponían a comenzar una nueva vida en otro país. Antes de que el Carpathia llegara a Nueva York recaudó 10.000 dólares para las víctimas más desfavorecidas entre los pasajeros de primera clase. El Carpathia atracó en el muelle 54 de Nueva York donde una multitud de 30.000 personas esperaban. Molly es una de las primeras supervivientes que bajan por la escalinata del barco. Los periodistas se lanzan enseguida hacia esta mujer que todavía llevaba los vestidos lujosos que tenía puestos la noche en la que se hundió el Titanic. Y al preguntarle que fue lo que la ayudó a sobrevivir, respondió:“ la suerte típica de los Brown, somos insumergibles ”. Su fama como superviviente del buque siniestrado la ayudó a promover los temas por los que ella había estado luchando; los derechos de los trabajadores y las mujeres, la educación y la alfabetización de los niños, la histórica preservación y la conmemoración de la valentía y la caballerosidad mostrada por los hombres a bordo del Titanic. Molly Brown se presentó de nuevo para el Senado en 1914, pero terminó su campaña cuando su hermana Helen se casó con un barón alemán. Durante la Primera Guerra Mundial estuvo trabajando con el comité americano para la Francia devastada. Reconstruyó áreas que habían quedado arrasadas y ayudó a los soldados franceses y americanos. Fue condecorada con la legión de honor francesa por su buena ciudadanía, incluyendo su activismo y filantropía en Estados Unidos. Durante los últimos años de su vida fue actriz. En 1922 falleció su esposo sin dejar testamento y se necesitaron cinco años de disputas entre Molly y sus dos hijos para resolver la situación. A partir de entonces y hasta su muerte por un tumor cerebral, el 26 de octubre de 1932, ella no tuvo contacto con sus hijos. La superviviente más famosa del Titanic, la insumergible Molly, se encuentra enterrada en el Cementerio de la Santa Cruz, situado en Westbury, Nueva York.
Mujeres de leyenda
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