Lidia, de 31 años se siente culpable todo el tiempo: “En el despacho, cuando mi equipo y yo no conseguimos un objetivo, es siempre por mi culpa. En familia, si la cena está sosa, también. Después de tener la sensación de hacerme pequeñita, no puedo parar de excusarme. Para mí se trata de una cuestión de educación, aunque reconozco que a veces es algo desmesurada”. Como explica la psicóloga Patricia Alonso: “Pedir perdón cuando se cometen errores es el primer paso para poder superar nuestros errores o conflictos que surgen en la vida social. Pero cuando las personas se disculpan, hayan cometido o no errores, suele estar relacionado con la inseguridad y la falta de autoestima. En estad personas afloran pensamientos tales como dar excesiva importancia a lo que los demás piensan de nosotros o la tendencia a interpretar que los demás infravaloran todo lo que hacemos”.
Evitar el conflicto
Pedir perdón al otro es ante todo una forma de conservar su cariño. Uno de nuestros mayores miedos y también uno de los más interiorizados es que alguien nos rechace. “En determinadas situaciones nos disculpamos para evitar el conflicto, porque nos sentimos de afrontarlo y magnificamos sus posibles consecuencias. Además, esta actitud tiene consecuencias negativas en nuestra relación con los demás, en cómo nos perciben. Si nos mostramos muy sumisos los demás tienden a interpretar que no tenemos capacidad, que realmente cometemos muchos errores y, en general, perdemos valor; los demás pierden interés en nosotros o incluso pueden llegar a aprovecharse de esa situación”, explica la psicóloga
Autoestima débil
Excusarse sin motivo es signo de fragilidad, sobre todo asumida en nuestros primeros años. En la mayoría de los casos a niños con una relación de dependencia con sus padres muy fuerte y que no han aprendido a quererse sin su aprobación.
“Pedir perdón sabiendo que no somos responsables indica un déficit de autoestima, lo que provoca que nos sintamos realmente mal, generando más inseguridad y un peor concepto de uno mismo”, añade Alonso. Este sentimiento de culpabilidad que nos hace pedir perdón nace de un conflicto interior entre lo que se debe hacer, decir o sentir y lo que realmente queremos hacer, que en algunas ocasiones entran en conflicto. “Pedir perdón es sano siempre y cuando tengamos un motivo para hacerlo. Es lógico cometer errores y no pasa nada por reconocerlos. Tenemos derecho a expresar nuestros sentimientos y criterios de una forma asertiva, asumiendo que los demás pueden discrepar”, concluye la psicóloga.