Hoy tengo alegría en mi cuerpo

Hoy no voy a escribir sobre cosas tristes ni a quejarme de la humanidad. Hoy me levanté feliz, con ganas de comerme el mundo, ¡con una buena carcajada!
Está el cielo nublado con riesgo de lluvia, cosa que a muchos entristece, pero a mí me alegra. Me gusta la sencillez de las cosas, me gusta abrazar los árboles de mi patio y darles las gracias por darme este aire puro que respiro. 
Me gusta mi gente: mi familia, mis amigas, mis amigos, mi... ¿cómo la llamo? ¡Nunca encuentro la palabra adecuada, todas las palabras no puede expresar lo que siento por ella!... Todos son geniales, y todos me aportan granitos de arena que conforman mi desierto de esperanzas. ¡Son todos tan buenos...!
Y también quiero a mi perro,... tan bonito como siempre. Y se llevan tan bien conmigo que me dibuja sonrisas cuando juega...
Me gusta llorar de vez en cuando, sí, aunque sea viendo un simple anuncio, aunque sea acordándome de tantas necesidades de las personas, porque llorar es de humanos, y me recuerda lo frágiles que somos. Y los sentimientos me salen a flor de piel. Tanta sensibilidad a veces me duele el alma... ¡que le voy a hacer!
Me encanta alegrar a las personas, decirle a ella "te quiero", ¡muchas veces!, hacer regalos y pensar en sorpresas, porque las caras de felicidad son el mejor agradecimiento posible.
Leer un libro, una buena novela, oír música (¡Oh, mi amigo Mozart!), dibujar paisajes, volver a leer y a releer, ver como ella lee mis cuentos, me gusta verla reír, una y otra vez,... sentir ese olor a vela, a antiguo, hablar con el Señor y que libera mi alma... Sentir, al salir, el sol en la cara, tropezar en una acera y reírme de mí mismo, hacer la compra y salir... siempre con prisa para volver a verla, hablarle, decirle, escucharle su vocecita... oír su risa cantarina... oír los latidos de su corazón...¡sí, los oigo! Y sobre todo, experimentar la inmensa alegría que me produce amarla. Con ella, el mundo es distinto, ¡muy distinto! Siento flotar cuando voy a su lado, y la aprieto, fuerte, muy fuerte, hasta que me dice en voz baja, vocesita quejosa: “¡Cele, Cele…!” No me doy cuenta que la aprieto demasiado…
Hay tantas y tantas cosas en la vida que estar triste sería demasiado egoísta.

Hoy te quiero más... ¡mucho más! ¿Lo sabes? Pues sí... SÍ... ¡¡¡muuuuuuuuuuuuucho más!!!

Cele -Celestino-