Espido Freire
Mirada a la belleza
Todos anhelamos descubrir un mundo sin aristas donde la armonía sea un suave y pesado manto que cubra por completo nuestro universo.
Eterna es nuestra búsqueda de lo perfecto y lo bello. Cambian las estrategias y los medios, pero el fin es el mismo, y la perfección continúa siendo el más alto reto para los seres humanos. Lo bello es siempre escaso, decía Baudelaire, aunque para intuirlo y alcanzarlo contemos hoy con infinitas posiblilidades, más que hace un siglo, o cincuenta años. Se tiende, aún más en esta época del año, a escapar. El mundo dormita al sol. El cuerpo reclama calores, calores y sonidos que habitan en el sur, en la sensualidad y en destinos exóticos, y el alma busca en la vieja Europa y en el antiquísimo Oriente las sombras de la historia. Si la falta de dineronos priva del mapa de los sueños y los planes, de las tierras desconocidas y los rincones conquistados, queda la opción del viaje imaginario, del disfrute privado de un libro y la mente. Siempre he creído que los lugares fuera de la ruta y las sendas nuevas son para los privilegiados. Hacen falta medios económicos y valor para salirse de las rutas ya establecidas. Envidio esos viajes al alcance de los exquisitos y en la agenda de los coleccionistas que se mueven por fuera de la frontera de lo común y lo sabido. Yo vuelvo siempre a los lugares conocidos para descubrirlos de nuevo; resulta inútil evocar los sentimientos que despierta un lugar a alguien que no lo haya compartido. Intuir la belleza es compartir lo bello. Esta época es opaca y llena de vacío de poder, desnuda del ancestral poder de la espiritualidad y el refinamiento. Nos hace la época, aunque se pueda ser artífice de nuestra propia historia. El mono sensato se quedó en el árbol, tan tranquilo. Ahí sigue. El mono loco puso pie a tierra y no ha parado de inventar cosas, de construir casas, de propiciar casos. Esa manía de no parar conduce a la civilización y a la ansiedad. En Oriente se medita. En Occidente se piensa, se salta de una premisa a otra para sorprender algunas de las caras oculta de la realidad. Sé algo de las últimas novedades en materia de tecnología; lo suficiente como para decretar que el último invento realmente necesario fue al abrelatas. Todo lo que llegó después es hijo natural de la neurosis y de la decisión de caminar deprisa y acelerar el tiempo. Olvidamos la belleza para favorecer la utilidad. Dado que nunca sabemos dónde está el puerto, lo mejor es olvidarnos de la navegación y quedamos en esta isla para inventar, por fin, la serenidad.
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