Un día de piscina con mi hijo estaba un señor calvo tomando un chapuzón, mi hijo al verlo se acercó al borde de la piscina y me preguntó delante de todos señalando la cabeza del bañista en cuestión: “¿Mamá porque no tiene pelo?”... algunos festejaron la pregunta con risotadas, pero yo me morí de vergüenza y le abrí grandemente mis ojos en señal de desaprobación.
Y es que los niños son sinceros, lo que se traduce muchas veces en indiscreción e impertinencia. Esta conducta tan natural en ellos se debe porque a la edad de cuatro años (es la etapa donde suele aparecer) no tiene conciencia entre lo público y lo privado, entre ser simpático o maleducado.
Es importante como padres dar el ejemplo y ser discretos en los asuntos personales. Hay que enseñarles que ciertos asuntos que se hablan en casa no deben decirse fuera, aunque se corre el riesgo de que cuente todo y agregue “mis papás dicen que no debo contar esto, pero…”, debido a su grado de inmadurez.
Para erradicar este comportamiento hay que establecer límites en la educación familiar en cuanto a los temas que se tratan en casa y el modo de expresar las emociones y las ideas. Es importante no comentar asuntos delicados de la familia, amigos o vecinos en su presencia.
Respetar la intimidad en casa, llamar a la puerta antes de entrar a su habitación, aunque no la tenga cerrada. Tampoco se deben prestar juguetes a niños que vengan de visita sin su consentimiento y jamás desveles un secreto que te cuente.
También es conveniente poner límites a la intimidad. Hay situaciones y circunstancias (higiene íntima, relaciones sexuales…) que el niño no debe presenciar.
A la par de esto hay que enseñarles a ser diplomático, por eso cuando cometa una indiscreción no se debe reñirle delante de la gente; es mejor hacerle un gesto de desaprobación y cambiar de tema. Sólo a solas decirle que lo que ha hecho no está bien.
Los niños cometen muchas indiscreciones relacionadas con las diferencias anatómicas (alusiones a gordos, calvos…), afortunadamente estas alusiones negativas constituyen una lección para ellos. Los niños aprenden a callar lo que hace daño a los demás cuando observan las reacciones de los padres y otros adultos cuando han dicho algo fuera de lugar.