La Semana Santa
Faustino Villabrille
2.-JUEVES SANTO:
Sin duda recordamos aquella escena en la que Jesús lava los pies a los discípulos. Este trabajo era propio de esclavos. Esto hizo Jesús: hacerse esclavo entre los esclavos para liberar a los esclavos. Y les dice: “Vosotros decís que soy el Maestro y el Señor, y decís bien. Pues si yo, el Maestro y Señor, os he lavado los pies ejemplo os he dado para que hagáis vosotros lo mismo. ¿Cuándo aprenderán y practicarán esto los de arriba? ¿Cuándo serán los más humildes y sencillos de todos? ¿Cuándo empezarán a ponerse en el último puesto, empezando por los jerarcas eclesiásticos que deberían ser los primeros en aprender de Jesucristo?
En aquella memorable cena donde la comida del cordero pascual recordaba la liberación del pueblo de la opresión y esclavitud de Egipto, nos hace entender que toda Eucaristía tiene que ser amor convertido en lucha por la liberación.
Jesús sienta a sus discípulos y discípulas en torno a una misma mesa para compartir todos juntos una misma comida y un mismo pan. Preguntas y compromisos para hoy:
En el mundo actual, y entre los llamados cristianos, unos ricos y otros pobres, unos bien vestidos y otros desnudos, unos con comida de sobra y otros pasando hambre, unos en casas bien dotadas y otros en chabolas, unos durmiendo en camas confortables y otros en la calle, unos con calefacción y otros pasando frío, unos con mucha ropa de sobra y otros con harapos, ¿eso es sentarse en torno a una misma mesa y compartir un mismo pan?
Seguro que Jesús invitó a aquella cena de despedida a sus discípulos y discípulas: ahora somos solo hombres los que consagramos el pan y el vino de la Eucaristía y nunca las mujeres: ¿eso es sentarse en torno a una misma mesa y compartir un mismo pan? ¿Jesús discriminó a la mujer de esta manera? No me cabe en la cabeza que Jesús hiciera semejante cosa. Esto fue y sigue siendo en la Iglesia una gran discriminación y muy injusta, que no tiene base ni fundamento doctrinal ni en la Biblia ni en la tradición. Solo es consecuencia del machismo ancestral y misógino de la Iglesia oficial, heredado del judaísmo y la cultura grecoromana.
En aquella cena compartida y eucarística Jesús por cuatro veces les dice a ellos y a ellas: “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis un@s a otr@s”. Este mandamiento es el primer compromiso de toda Eucaristía. Toda Eucaristía es para amar más a los demás, sino no es Eucaristía. Ese amor tiene que traducirse en actos concretos de amor a la esposa, al esposo, a los hijos, a los padres, a los hermanos, a los abuelos, a los nietos, a los vecinos, a los compañeros de vida y trabajo, a los amigos y migas, y sobre todo a los empobrecidos, maltratados y abatidos de este mundo, y en especial a las mujeres pobres que son más del 70 % de los empobrecidos del mundo.
Hoy hay muchas personas verdaderamente buenas en el mundo hasta el punto de exponer su vida por los demás, que viven austeramente para poder compartir algo con los más pobres (dinero, tiempo, trabajo), que les duele en carne propia el sufrimiento ajeno y luchan por curarlo. Estas están celebrando la Eucaristía cada día en el altar de la vida y desde ahí son dignas del altar del cuerpo y la sangre de Jesús. Solo las dos unidas es cuando son verdaderas y completas.