Parece que el Dalai Lama se quedó sorprendido en sus primeros contactos con Occidente al descubrir esa extraña enfermedad que la mayoría de nosotros padecemos: la baja autoestima. Y es que los complejos y la no aceptación de uno mismo, moneda corriente en nuestra sociedad, con algo extraño en las sociedades orientales. “Nuestra cultura tiene muy presente el sentimiento de culpabilidad –razona Basili Llorca, psicoterapeuta y profesor de budismo y meditación-. Somos muy exigentes con nosotros mismos, y ese factor sociocultural, junto con el sentimiento de culpa creo que son los dos factores socioculturales, nos hace más proclives a esa desvaloración de lo que somos. En Oriente la gente no tiene ese sentimiento. Además, desde la perspectiva del budismo, la idea es que todos, esencialmente, tenemos una naturaleza limpia, clara, armónica, y que como seres humanos nuestro potencial es increíble, por esta razón es mucho más difícil caer en la baja autoestima o desvalorización personal.”
Tal y como somos
El budismo proclama la armonía personal como primer paso para lograr la transcendencia. Una armonía que va ligada a la humildad, no entendida como sentirnos pequeños o menos que los demás, sino como el vernos tal y como somos. Ni más ni menos. Aceptándonos en nuestra totalidad, asumiendo nuestros fallos pero también todos nuestros dones y nuestras cualidades. “El problema real es que hay palabras que han perdido su significado original o se han malinterpretado –señala Llorca-. Eso ha ocurrido con la palabra humildad. Desde la perspectiva del budismo nuestro problema es el ego. Cuando decimos que hay que ser humilde, que hay que evitar las actitudes egoístas, no nos referimos a que nos tenemos que menospreciar, sino a que tenemos que vernos con una perspectiva mucho mayor, como parte de un todo. En muchas ocasiones el orgullo, que es lo contrario de la humildad, en realidad, en el fondo, es una manera de tapar una baja autoestima. Cuando te sientes completo y armónico, ya estás bien, no necesitas jactarse de nada, ésa es la verdadera humildad. Es lo contrario de esa actitud egótica de yo, yo y yo, que en realidad lo que busca es llenar un vacío de forma equivocada”. La insatisfacción que se encuentra en el origen de los complejos es también propia de una sociedad marcada por la imposición de falsas necesidades. En palabras de Basili Llorca: “Aunque vivimos en la abundancia, aún tenemos esa sensación de carencia que nos lleva a la insatisfacción. En cambio, si te das cuenta de que todo va viniendo te relaja, te sientes bien. Eso no quiere decir que no hagas cosas, que no procures estar mejor, pero desde la tranquilidad y la confianza. Si vamos por el camino de llenar ese vacío, esa insatisfacción, por la carencia que nosotros mismos nos creamos, nunca nos encontraremos satisfechos. Es un saco sin fondo, porque nunca tendremos suficiente”.
Psicoterapeuta humanista y profesor de budismo, Llorca considera que ambas ramas son necesarias: “Con la psicoterapia occidental lo que buscamos es arreglar el ego, tener un ego razonablemente equilibrado, tranquilo, sano o feliz. El drhana, que es como conocemos la terapia del budismo, va más allá, no sólo para tener un ego sano, sino para transcenderlo y reintegrarnos así en un estado de armonía universal, rompiendo las barreras entre nosotros y lo que nos rodea. Por ello, ambas terapias son complementarias. Una persona que tenga el ego desequilibrado difícilmente logrará transcender”. Conocernos a nosotros mismos y reconocer no sólo lo malo, sino todo lo bueno que hay en nosotros, es el verdadero valor de la humildad. Como explica Llorca: “El budismo es el camino del realismo, un camino de conocimiento. Partimos de lo que somos, con lo que nos gusta y lo que no nos gusta de nosotros. Por ello la persona que está en armonía consigo misma estará libre de complejos.”
NÚRIA BERLANGA