Aventurera, amiga de Brancusi o de Gertrude Stein, Mina se marchó como tantos modernos a París a seguir aquella vida, carencial y ubérrima al mismo tiempo, que mezclaba el gran arte con cierto desorden en el vivir, que no pretendía ser (contra el canon burgués) sino la plasmación de la libertad individual. Mina se casó con aquel gigantón –sobrino político de Oscar Wilde- que fue Arthur Cravan, otro vanguardista, y con él viajó a Estados Unidos. Cravan murió, se suicidó o desapareció en el mar (rumbo a Sudamérica) y Mina fue la viuda embarazada de aquel hombre extraño, que también boxeaba. Dicen que el poema “El jazz de la viuda”, de Loy, alude a esa situación… Feminista, gran admiradora de Isadora Duncan (sobre la que dejó una biografía inacabada) Mina Loy nunca entendió la modernidad únicamente como una sintaxis –que también- sino como un arte distinto de vida. Tras la 2ª Guerra Mundial se instaló en el Bowery neoyorquino –es cuando algunos pensaron que su tiempo había pasado ya- y fue una bohemia pobre, según otros casi una mendiga, que rebuscaba entre la basura para hacer arte con los famosos “objets trouvés”, es decir con lo que hallaba al azar entre los desperdicios o desechos y le parecía útil bajo esa otra mirada. La mayoría ignoraba que aquella princesa del arroyo que había pasado por bajíos y depresiones, había sido –nada menos- que la favorita de James Joyce y de Ezra Pound. En 1958 se reeditó su “Baedeker Lunar” y se hizo una exposición de su obra en Nueva York para reivindicarla, pero ella no asistió. Desde hacía un par de años vivía con sus hijas en Aspen (Colorado) donde estas podían cuidarla mejor, y donde murió –aparentemente retirada de todo, después de una vida de excesos y arte- en 1966. Sus amigos de antes no la olvidaron, y todavía entonces dieron testimonio de la belleza, la vanguardia y la calidad literaria nueva de Mina Loy, gentes como Djuna Barnes, Kay Boyle o Marcel Duchamp… Era un gran mito de la modernidad, que se fue cuando la misma modernidad parecía arrinconada, pero eso sí, al borde de su redescubrimiento, porque el arte ama las esquinas, parece. Nunca muy conocida en España, la editorial Huerga y Fierro ha publicado recientemente una “Antología poética” (bilingüe) al cuidado y con un largo y minucioso estudio preliminar de la profesora Esther Sánchez-Pardo que nos permite acercarnos de buena mano a un personaje fascinante y a una poetisa más que original, como fue Mina Loy, la princesa en olvido.
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