Inscrita en la historia de este país -México- como la primera mujer en obtener el título de médico, Matilde P. Montoya, quien murió el 26 de enero de 1938, fue una mujer valiente, que supo enfrentar la crítica y las agresiones, de quienes la llegaron a tachar de perversa por querer estudiar medicina, "para ver cadáveres de hombres desnudos".
Fue hasta 1970 cuando las mujeres ingresaron de manera masiva a la universidad, y aunque hoy son quienes tienen mayor matrícula y mejores calificaciones, en el tiempo de Matilde no fue nada fácil hacer su carrera. Matilde Petra Montoya Lafragua, por su nombre completo, nació en la Ciudad de México, el 14 de mayo de 1859, fue hija única. Su madre empezó a transmitirle la educación que había recibido en el convento, como estudiante, de ahí que a los cuatro años Matilde ya sabía leer y escribir, convirtiéndose en una ávida lectora. Según sus biógrafos, su padre no comprendía ese interés por estudiar y con frecuencia se disgustaba con su esposa, ya que no le veía sentido a la elevada educación que pretendía darle a la niña. Años más tarde, Matilde no pudo ser inscrita en la escuela Primaria Superior, equivalente entonces a la Secundaria actual, debido a su edad, ya que sólo tenía 11 años. Así que con la ayuda de maestros particulares, Matilde terminó sus estudios para presentar el examen oficial para Maestra Normalista de Primaria, el cual aprobó sin dificultad, pero sus 13 años nuevamente fueron un impedimento para que le dieran un puesto. Ese año murió su padre y la joven se inscribió en la Escuela de parteras y obstetras de la Casa de Maternidad. A los 16 años, Montoya recibió el titulo de Partera.
Empezó a trabajar como auxiliar de cirugía, a fin de ampliar sus conocimientos de anatomía, ya que en sus estudios de obstetricia sólo le habían enseñado los conocimientos relativos al aparato reproductor femenino. Con el poco dinero que contaba se dio tiempo para completar sus estudios de Bachillerato. Al cumplir los 18 años, Matilde Montoya buscó acomodo en la ciudad de Puebla, donde la joven partera se hizo rápidamente de una numerosa clientela de mujeres que se beneficiaban con su amable trato y sus conocimientos de medicina, más avanzados que los de otras parteras y muchos médicos locales. Algunos médicos orquestaron una campaña de difamación en su contra en varios periódicos locales, publicando violentos artículos en los que convocaban a la sociedad poblana a no solicitar los servicios de esa mujer poco confiable, acusándola de "masona y protestante". La presión fue muy grande y el trabajo de Matilde se hizo insoportable, por lo que se fue al puerto de Veracruz. De regreso a la capital poblana se inscribió en la Escuela de Medicina de Puebla, presentando constancias de su recorrido profesional y aprobando el examen de admisión. Sin embargo, los sectores más radicales redoblaron sus ataques, publicando un artículo encabezado con la frase "Impúdica y peligrosa mujer pretende convertirse en médico". Agobiada por las críticas, Matilde decidió regresar con su madre a al Ciudad de México, donde por segunda vez solicitó su inscripción en la Escuela Nacional de Medicina, siendo aceptada por el entonces director Francisco Ortega, en 1882, cuando contaba con 24 años.
Las publicaciones femeninas y un amplio sector de la prensa la apoyaban pero no faltaban quienes opinaban que "debía ser perversa la mujer que quiere estudiar medicina para ver cadáveres de hombres desnudos". Varios docentes y alumnos opositores solicitaron que se revisara su expediente y Montoya fue dada de baja. Desesperada, escribió una carta al Presidente de la República, Porfirio Díaz, quien dio instrucciones al secretario de Ilustración Pública y Justicia, Joaquín Baranda, para que cursara las materias en conflicto, ante lo cual no les quedó más remedio que acceder. Tras completar sus estudios con buenas notas y preparar su tesis, Matilde Montoya solicitó su examen profesional. Nuevamente se topó con el obstáculo de que en los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina se hablaba de alumnos y no de "alumnas", por lo que le fue negado el examen. Nuevamente se comunicó con Porfirio Díaz, quien decidió enviar una solicitud a la Cámara de Diputados para que se actualizaran los estatutos de dicha escuela y pudieran graduarse también mujeres.
Como no estaba en sesiones y para no retrasar el examen profesional de Montoya, el presidente emitió un decreto para que esa actualización se realizara de inmediato, el 24 de agosto de 1887. Montoya fue aprobada por unanimidad. Cuando terminó el examen se escuchó el aplauso de varias damas, maestras de primaria y periodistas que se habían reunido en el patio. La doctora Matilde Montoya trabajó en su consulta privada hasta una edad avanzada. Siempre tuvo dos consultorios, uno en Mixcoac, donde vivía y otro en Santa María la Ribera, donde atendía a todo tipo de pacientes, cobrando según sus posibilidades. A 50 años de haberse graduado, en agosto de 1937, la Asociación de Médicas Mexicanas, la Asociación de Universitarias Mexicanas y el Ateneo de Mujeres le ofrecieron un homenaje en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Matilde Montoya murió en la Ciudad de México, cinco meses después, el 26 de enero de 1938, a la edad de 79 años.
|