Es sólo una curiosidad científica, no tiene porvenir comercial
Frases que han hecho Historia
El 28 de diciembre de 1895 en París, se desarrollaba un acontecimiento singular. Se anunciaba un espectáculo insólito, un fenómeno único en el mudo, la maravilla de los tiempos modernos. Los paseantes, no mucho en verdad porque hacía mucho frío, se veían interpelados por un charlatán que les indicaba la entrada del Gran Café y del Salón Indio.
Treinta y cinco personas le hicieron caso al precio de un franco cada una. Fue la primera recaudación de la historia del cine. Porque allí lo que se presentaba era la primera sesión cinematográfica de la historia del mundo.
Una vez instalados en el pequeño local se apagaron las luces y sobre un mantel blanco que se había colocado en una pared apareció primero un rectángulo de luz y luego una letras en las que se leía:
CINEMATOGRAPHE LUMIÈRE
Inmediatamente y sin transición apareció en la rudimentaria pantalla la verja de una fábrica que se abría y dejaba pasar a un grupo de obreros. ¡Y los obreros se movían! Apenas repuestos de la sorpresa los atónitos espectadores vieron cómo un tren se abalanzaba sobre ellos con tal propiedad que muchos gritaron asustados. Para apaciguarlos siguieron a esta escena otras de carácter familiar: como la de un niño comiendo papilla.
La sesión duró media hora y a la salida los espectadores fueron los primeros propagandistas del muevo invento.
En días sucesivos hubo cola para contemplar el prodigio, y el propietario del local se desesperaba porque cobraba veinte francos por día en lugar del veinte por ciento sobre el precio de las entradas que le habían ofrecido los inventores.
Eran éstos los hermanos Augusto y Luis Lumière, cuyo apellido en francés significa luz (parecía una predestinación). Eran lioneses, el primero había nacido en 1862 y el segundo dos años más tarde. Eran propietarios de una empresa de fotografía y habían dedicado mucho tiempo a la busca de un sistema que les permitiese animar las imágenes fotográficas.
Por fin lo habían conseguido y el resultado estaba a la vista y los llenaba de satisfacción. A los dos días se presentó ante ellos un joven de puntiaguda barba y ojos brillantes que dijo:
-Me llamo Georges Méliès y soy director del teatro Robert-Houdin, dedicado al ilusionismo. Quisiera comprarle su invento.
-Lo sentimos, joven pero no está en venta.
-Les ofrezco cinco mil franco... diez mil...lo que ustedes quieran.
-Ya le hemos dicho que nuestro invento no está en venta y debe usted darnos gracias por ello porque es sólo una curiosidad científica que no tiene ningún porvenir comercial.
-Le ofrezco veinticinco mil francos...
-Joven, no queremos su ruina. Después nos lo agradecerá.
Georges Méliés se fue cariacontecido y los hermanos Lumière se miraron, contento de su buena acción. Habían impedido que se arruinara el joven iluso.
Georges Méliès creó luego un tipo de películas en las que combinaba el invento de los hermanos Lumière con sus trucos de ilusionismo. Vio como triunfaba el cinematógrafo, llamado más tarde cinema, y por fin cine, y murió arruinado y pobre.
Los hermanos Lumière que nunca creyeron en su invento como un beneficio comercial, murieron: Luis en 1948 y Augusto en 1954. Además del cinematógrafo, patentado en 1895, inventaron la la cinematografía en colores y en 1935 idearon un método perfeccionado de proyección tridimensional. Ausgusto fue miembro de la Academia de Medicina por sus estudios sobre farmacología y medicina biológica; Luis, por su parte, fue nombrado el 1919 miembro de la Academia de Ciencias.
CARLOS FISAS Frases que han hecho Historia
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