Porque la maléfica campaña contra las embarazadas que ha puesto al descubierto nuestro moderado Ruiz Gallardón, va dirigida específicamente contra las santas mujeres españolas, mientras las inmigrantes continúan dando a luz como conejas, con la clara intención de invadir España desde dentro, ya que históricamente ha sido inexpugnable desde el exterior.
En los pocos días que llevamos organizados en la defensa del feto español, nos hemos encontrado con situaciones que ponen los pelos de punta. El acoso al que se ven sometidas nuestras embarazadas por parte de la mayor parte de la progresía, que ve el embarazo como un acto de conservadurismo extremo, sólo es comparable a la persecución que padecieron los cristianos en tiempos de Roma. Como ellos, las pocas mujeres españolas que resisten los ataques y llevan su gestación hasta el final, son auténticas mártires que merecen nuestra más absoluta admiración.
Lo más malvado de esta pérfida campaña, es que no son los agresores directamente los que provocan el aborto, sino que utilizan artes tan demoníacas que consiguen que sean las propias madres las que lo hagan de forma presuntamente voluntaria. Como si Dios hubiera dotado a las mujeres de la suficiente capacidad de discernimiento, como para poder decidir por sí mismas sobre temas de semejante trascendencia.
Pero no nos tomen ustedes por unos timoratos. Hasta nosotros entendemos que hay supuestos como el embarazo de la amante, de la criada, o incluso el de una hija por un hombre que no le conviene, en los que el aborto desde siempre ha sido admitido como un mal menor. Eso sí, siempre con nuestra supervisión, aprobación y asumiendo, como caballeros que somos, los gastos que fueren necesarios.
Nadie, como nuestra santa Esperanza Aguirre, ha definido mejor la situación actual: “El aborto no es un derecho, es un fracaso”. España parece estar llena de fracasadas, es decir, de mujeres sin derecho. Les dejo, regreso a las calles de España, a ver si encuentro una embarazada a la que proteger de si misma.