Tras leer cuanto antecede, poco queda por decir. Si acaso,
algunas reflexiones que no añadirán nada a lo dicho, pero quizás lo
harán todo un poco más próximo:
Cuando vayas a hablar sobre alguien, párate antes y pregúntate si
lo que vas a decir de esa persona es bueno o es malo. Si es bueno,
proclámalo, grítalo a los cuatro vientos para que todos lo sepan y
tomen ejemplo. Pero, si es malo, muérdete la lengua, córtatela, si es
preciso, con los dientes, antes de pronunciar una sola palabra contra tu
hermano. Y si, desgraciadamente la pronuncias, no presumas luego de
bueno ni de leal ni de digno de confianza porque, aunque tú pienses lo
contrario, no lo eres.
Porque tú, que no te conoces ni a ti mismo, no vas a pretender
conocer las motivaciones ni las circunstancias ni los propósitos de tu
hermano y, por tanto, lo único que estarás haciendo es proyectar sobre
él tus propios defectos.
Si ves algo en tu hermano que no te guste o no te parezca
correcto, díselo abiertamente, mirándole a los ojos, pues quien no mira
a los ojos de su interlocutor no es digno de confianza, y hablad los dos
del tema. Pero nunca evites hacerlo así y vayas por la espalda
difamándolo o calumniándolo, sin más información que tus propias
suposiciones, o las confidencias interesadas de otros, influidas, en
todo caso, por tu propia imperfección.
Cada uno de nosotros hemos alcanzado en nuestra evolución
espiritual un nivel determinado, una línea por encima de la cual
terminan nuestra comprensión, nuestras facultades razonadoras,
nuestra intuición, nuestra capacidad de expresar el amor o la
disponibilidad o la amistad o el compañerismo o la comprensión o la
tolerancia. Un punto por encima del cual, todo lo que hay se nos
escapa, nos es ininteligible y, por tanto, desconocido y, hasta que
evolucionemos más, inexplorable e incomprensible. Al mismo tiempo,
sin embargo, hay otros que han evolucionado más que nosotros y ven
donde nosotros no vemos o sienten donde nosotros no sentimos o
comprenden donde nosotros no comprendemos.
Por tanto, todo lo que los demás hagan o digan o escriban o
manifiesten por encima de nuestro umbral máximo indicado, al ser
interpretado por nosotros, será necesariamente rebajado, depreciado,
deformado por nuestra falta de capacidad y manchado injustamente
por ella.
* * *