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FRANCISCO NÁCHER: LA AMISTAD ENTRE LAS ALMAS
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De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 07/08/2009 13:45

 

LA AMISTAD ENTRE LAS ALMAS

por Francisco-Manuel Nácher

 

Está claro que cada cosa aparece a la existencia cuando llega el

momento oportuno. Porque todos los objetos y las técnicas y los

organismos y los sistemas no son sino símbolos, a nivel físico, de ideas,

de arquetipos, de planes de futuro, forjados por los seres creadores, sean

éstos hombres, ángeles o dioses.

Pues bien, no cabe duda de que la amistad entre las almas ha sido

siempre un ideal. El hombre ha caminado a tientas, durante milenios, en

busca de las almas más afines. Y no hablo de las almas gemelas, que no

existen, sino de las almas complementarias, las que pueden admirar

nuestras buenas cualidades y comprender y perdonar las malas, y cuyas

características encajan perfectamente en nosotros. Siempre, sin embargo,

se ha visto dificultado ese encuentro por cuatro circunstancias,

prácticamente insalvables: la apariencia física, la incomunicación, la

distancia y la edad.

La apariencia física, el ser más o menos agraciado, el tener un

cuerpo más o menos agradable, unos modales más o menos atractivos,

unos miembros más o menos proporcionados, ha hecho, a lo largo de los

siglos, que casi nunca hayamos encontrado a esa alma. Y tanta

importancia se le ha dado al problema que ha dado lugar a cuentos tan

sugestivos como el de La Bella y la Bestia y otros similares. Pero ha

seguido y sigue siendo una barrera: si una persona no nos resulta

agradable desde el punto de vista de la apariencia física, no nos sentimos

inclinados a profundizar en su alma, en sus sentimientos, en sus

verdaderos tesoros internos, que son los que el alma, sin ser demasiado

consciente, anhela conocer y valorar.

La incomunicación, por su parte, ha hecho que no se haya podido

ni siquiera saber si esa alma complementaria existía y, en caso de existir,

en qué país, en qué región, en qué lugar se encontrarla.

La distancia ha hecho que, aunque hayamos conocido la existencia

de esa alma complementaria, y hasta la hayamos podido contactar, no

nos haya sido posible dialogar suficientemente con ella sobre los mismos

temas, ni identificarnos en el sentir, el pensar, el hablar, el hacer. La

distancia ha sido siempre el gran enemigo.

La edad ha sido la última barrera. Hemos tendido a buscar a los de

nuestra generación, despreciando, por ignorancia, a los mayores y a los

menores, sin tener en cuenta que todos somos espíritus viejísimos que

han vivido infinidad de vidas.

Esa situación de impotencia hubiera continuado durante milenios si

la técnica no hubiese venido en nuestra ayuda y cambiado los términos

del problema. Porque ahora, por medio de internet, pueden entablarse

verdaderos diálogos entre almas. Cada uno expone sus ideas, sus

sentimientos, sus inquietudes. Y, poco a poco, va dejando traslucir lo

que de positivo y de negativo tiene. De modo que su alma, su modo de

ser y de pensar y de reaccionar, su creatividad, su ternura, su piedad, su

delicadeza, su altruísmo, su espíritu de sacrificio, sus aspiraciones, etc.

se van trasluciendo en sus escritos, que pueden ser infinitamente más

frecuentes y fáciles que nunca.

Y eso, hasta ahora había sido imposible. Fijémonos en que, con

internet, han pasado a ser irrelevantes la apariencia física, la

incomunicación, la distancia y la edad. Y se están entablando diálogos

maravillosos, en los que las almas se comunican sin tener en cuenta lo

accesorio, por la sencilla razón de que no se percibe. Y ya han surgido

matrimonios internéticos que, curiosamente, al llegar al altar, se

conocían, sin haberse visto antes, mejor que todas las generaciones

anteriores. Y eso va a cundir. Y sería maravilloso: conocerse primero por

dentro y, luego, por fuera.

Salvo que hagamos una trastada, demos un paso atrás, y recreemos,

artificialmente esta vez, las barreras que habíamos logrado derribar. Y

digo esto porque ya están en funcionamiento las cámaras adosadas a los

ordenadores, que nos permiten ver a nuestro interlocutor. Cierto que, con

ello, siguen desaparecidas la incomunicación y la distancia como

enemigos de las parejas ideales. Pero no la apariencia física ni la edad

que, desgraciadamente, volverán a hacer imposible el encuentro de

muchas almas y el consiguiente disfrute de los mismos temas y los

mismos sueños y las mismas inquietudes, al margen de que esa relación

termine o no en una pareja real y físicamente consolidada. Internet es el

instrumento moderno del amor platónico, del amor ideal, de la entrega

total y sincera, del disfrute del espíritu por encima de la materia… Y es

una lástima que la imagen, la materia, venga una vez más, a frustrar esos

encuentros y esas identificaciones y esos sueños del espíritu.

* * *

 
 


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